domingo, 4 de mayo de 2014

Excursiones aupairiles: Ostern - Días 3 y 4

Aquí estoy de nuevo para seguir con el viaje por Baden-Württemberg. En esta entrada he comprimido los dos días que me quedan por contar. En un principio pensaba publicarla antes de mayo y de hecho ya la tenía preparada antes de irme, pero entre unas cosas y otras se me echó el tiempo encima y no pude. Pero bueno, aquí está, para todo el que quiera seguir leyendo.

El día tres empezó de maravilla en mi hostal-hotel. Recogí las cuatro cosas que me quedaban por allí desperdigadas y me fui bien animada. ¡Hacía sol y todo! Eso sí, duró lo suficiente para decirle hola y adiós.
Ese día tenía planeado visitar el castillo Hohenzollern y Tübingen y para eso tenía que coger un tren hasta Stuttgart (donde tuve que esperar una hora que aproveché para tomarme un café) y de ahí a Hechingen, que es pueblo más cercano al castillo y desde donde sale el autobús que te lleva "a la puerta".

Estación de Stuttgart con el símbolo de Mercedes arriba

El trayecto en tren duró una hora, más o menos. Pero si pensáis que sería un día sin sorpresas, estáis totalmente equivocados. Resulta que yo, joven e inocente, me monté en un tren que, según el panel de la estación y la información que había impreso en la máquina de la DB, iba al destino deseado. Como todavía faltaban unos 15 minutos para que saliera, busqué un sitio cómodo y me puse a leer un rato. Ya entonces empecé a oír ajetreo por el tren, gente que se levantaba, gente preguntando a otra gente, pero no le di importancia. Al ratillo, ver a tanta gente entrar, preguntar y salir, me mosqué un poco porque eso ya no era normal, así que pregunté a la señora que tenía detrás si ese tren iba a Hechingen. La mujer, muy amablemente, me dijo que ni idea, pero que si lo ponía en el panel, seguramente sí. Yo estaba con la duda, pero ¡era el tren correcto y el andén correcto! Y cinco minutos antes de que saliera el tren, por megafonía nos informaron de que SÓLO el primer vagón seguía para Hechingen y otros pueblos, el resto del tren se quedaba en un pueblo intermedio. Todo esto con voz de megafonía y tono de "el que no me entienda que se joda". Pues nada, como yo estaba cómodamente en el último vagón, me tocó coger mis cosas a toda prisa y salir del tren para volver a montar en el primero. Eso sí, yo y unas 15 personas más, que nos cagamos en la inexistencia de carteles que informaran de este "problemilla" (que, en serio, no estaba indicado en NINGÚN sitio). Es más, alguien que no hablara alemán lo suficiente como para poder descifrar el mensaje, se habría quedado tan cómodamente en el vagón incorrecto. O alguien con cascos, o alguien sordo, por poner un par de ejemplos.

Por cierto, el conductor a medio camino te repite que solo el primer vagón sigue a Hechingen. Por si te apetece saltar de un vagón a otro por la ventana o algo. Además, hay que tener cuidado con estos trenes porque la próxima parada no sale en ningún panel, lo avisa el conductor. Es decir, tú escuchas una aproximación de lo que sería "signt prada: Hching" y tienes que dar por hecho que es allí. O preguntar. Yo me decanté por la segunda, por si las moscas, no fuera a ser que me bajara en medio de la nada. Al llegar allí, resultó que no era la única que había decidido ir a ver el castillo y la parada de autobús estaba llena de japoneses e hindúes que iban tan perdidos como yo. Porque, siguiendo con la escasez de indicaciones, no había ningún sitio que indicara dónde paraba el autobús (y si lo había, no lo vi). Para los interesados, este autobús entra dentro de los permitidos del Baden-WürttembergTicket. El camino hacia el castillo duró unos 20 minutos más o menos y al llegar te dejan en la tienda de recuerdos y un aseo que hay al lado (muy limpio, por cierto).

Vistas del castillo desde Hechingen ¡y eso que había niebla!
Yo pensaba que el autobús me dejaría directamente en la puerta del castillo (¿no os he dicho que soy joven e inocente?), pero no, todavía queda un trozo por subir. "¿Para qué pagar 3€ por un autobús que me deje en la puerta cuando tengo dos piernas?". A los cinco minutos de subida mortal me di cuenta de que ese NO era el mejor momento para racanear 3 eurillos. Y más con la mochila cargando porque, se me olvidaba comentarlo, no hay taquillas donde dejarla. Después de los veinte minutos más largos de mi vida, donde pensaba que se me saldrían los pulmones por la boca (no es que sea exagerada, es que llevaba un par de semanas con alergia y tenía los pulmones un poco hechos polvo, y sumarles una caminata por el bosque no creo que fuera lo más recomendable), llegué a la puerta del castillo Hohenzollern. O Nido de Águilas, lo que prefiráis. Solo que a Nido de Águilas puedes subir en una cesta y aquí te dejas los higadillos.
Eso sí, mereció la pena.
Tramo de las escaleras asesinas











¡Y mirad qué vistas!




El castillo perteneció (y pertenece) a la familia Hohenzollern, de donde salieron los reyes de Prusia y el primer emperador después de la reunificación alemana Guillermo I. Originalmente se construyó en el siglo XI, pero en el siglo XV y después de un asedio quedó totalmente destruido. A mediados de ese siglo lo volvieron a reconstruir y pasó a ser el refugio de la familia, aunque con el tiempo se fue deteriorando y quedó casi abandonado. A finales del siglo XIX, Guillermo I regresó al castillo y ordenó su restauración.

La entrada cuesta 9€ con descuento para estudiantes y puedes verlo TODO aunque sin visita guiada.


Después de una parada para engullir una Currywurst, seguí pululando por ahí.


Al final estuve unas tres horas. Tiempo más que de sobra para verlo TODO, con fotos incluidas, parada para comer y visita a la tienda de recuerdos. Todavía quedaba una hora para que pasara el autobús hasta Hechingen, pero estaba cansadísima y me bajé a esperarlo y a hacer tiempo en la tienda (por cierto, hay dos, una arriba y otra abajo).

Otra vez autobús, otra vez tren y llegué a Tübingen. La parada en esta ciudad fue más casualidad que interés, porque fue allí donde reservé el albergue (lo había intentado en Suttgart, pero estaba todo lleno).
Llegué un poco asqueada de tanto tren, cansada y con ganas de tirarme en plancha a la cama. Me dirigí directamente al albergue (a unos 15 minutos andando de la estación y a 5 del centro) para poder dejar de una vez la mochila, que ya parecía que se me iba a fusionar con la espalda. Esta ve me alojé en uno de los albergues juveniles de Alemania (DJH). La habitación, con sábanas y desayuno me costó 24€, que no está mal. PERO para pasar la noche tienes que hacerte socio, y esto vale 7€. 7€ que duelen mucho porque, aunque la cadena está bien, no es nada del otro mundo y no es para nada más barata que otros hostales y, aunque está en prácticamente todas las ciudades grandes de Alemania, suelen estar lejos del centro o de las estaciones. Contando con que mis experiencias en los otros hostales había sido muy buena y que el precio había sido el mismo, si tenéis la opción de coger otro sitio, ahorraros esos 7€.

Me tocó una habitación con dos camas, que ya estaba ocupada. Y que, además, olía a rancio. Dejé la mochila, cogí un par de cosas y me marché antes de caer en la tentación y echarme a dormir.
La ciudad está bien, es bastante bonita, pero sí que es verdad que la vi un poco a desgana. Pero ahí que seguí, no iba yo a desperdiciar un día de viaje por un dolorcillo de pies.

Vistas desde la habitación




El ayuntamiento ¿y a que no sabéis qué? Estaba en obras -.-






Con el lema de "ya que estoy aquí, voy a seguir" subí al castillo (no lo tenía planeado). Esta vez la subida era más suave y no morí por el camino.



Y estas son las vistas.



Cuando decidí que ya no podía más (de esto que piensas "si doy otro paso más, me muero") me fui a cenar y de vuelta a albergue. Creo que eran las diez cuando me dormí. Al rato escuché un ruido y mi compañera dio la luz, pero enseguida que vio que había alguien durmiendo, la apagó. Más maja.

Al día siguiente me desperté con un dolor de piernas importante. Pero este día iba a ser más light. Aproveché los 7€ que había pagado por el carnet de socio para saquear el buffet del desayuno. Al principio me dio una vergüenza tremenda, pero luego me imaginé al capitán Jack Sparrow diciendo "¡arrasa con lo que veas y generoso no seas!". Y claro, a Johnny Depp no se le puede llevar la contraria.

Una hora de tren después, llegué a Sigmaringen. El castillo está a unos 10 minutos andando de la estación, sin cuestas ni escaleras.
Es precioso. Por fuera, la zona del Danubio, parece una fortaleza de piedra, pero la parte que da a la ciudad es más detallista.

Sigmaringen, por cierto, es un pueblecillo bastante bonito.







La entrada cuesta 7€ con descuento para estudiantes e incluye una visita guiada. En el patio de armas puedes hacer fotos, pero dentro no.







Aproveché que quedaba una hora hasta que saliera el tren para darle una vuelta completa y poder sacar fotos de la parte que da al río. Además, con la entrada de la visita puedes visitar un pequeño museo donde están las acuarelas de una de las reinas que vivió allí.






El interior es INPRESIONANTE. Este castillo también era de la familia Hohenzollern, de otra rama de la que salió el rey de Rumanía, y no deja a nadie indiferente. De hecho, tiene una de las colecciones de armaduras más grandes y uno de los tapices más antiguos y más bonitos de Europa.

El único problema es que el guía hablaba raro. Muy raro. Y era muy difícil entenderlo. Incluso alguno de los alemanes que había en la visita comentó que era difícil pillar lo que decía. Eso sí, hizo la visita bastante amena, con chistes (muchos no los pillé, pero me reí de todas formas por guardar las apariencias). Y, por cierto, una vez comienza la vista hay un Gepäckraum donde puedes dejar la mochila.

He de decir que este castillo me gustó mucho más, tanto por situación, como por la visita, como por lo increíble que es por dentro.

Cogí el tren y a las dos horas llegué a Stuttgart. Por suerte era directo y Stuttgart la última parada, por lo que (creo) me dormí un rato. Después vino una hora de espera y de que me estafaran 1,60€ por una bolsa de gominolas Haribo (pero no pude evitarlo, me pudo el ansia por algo dulce) y luego otra hora hasta Heidelberg. ¿Por qué Heidelberg? Porque el tren más barato que encontré hasta Colonia era desde Heidelberg. En su momento comprarlo a las 20.25 me pareció muy buena idea, "así no tendré que ir con prisas" pensé. Bueno, cuando llegas a las estación a las 18.00 y te toca esperar unas cuatro horas, cambias de idea. Estando allí pensé que que podría haber ido a dar una vuelta por mi querido Heidelberg, pero estaba muy muy cansada y además no controlaba los horarios de metros, y me daba pánico perder el tren a casa. Así que ahí me quedé, paseándome por el Rossmann, revoloteando por la librería, inventándome historias sobre la gente que pasaba...
Parece que no, pero fueron unas horas largas, largas, largas.

Pero por fin apareció mi tren en el panel. Y, para mi sorpresa, no tenía retraso. Es el problema de los IC de aquí, que van más rápidos pero suelen tener muchos retrasos y de bastante tiempo. Ya me había pasado dos horas allí, no quería tirarme otra media hora esperando al tren...

Y para finalizar, para ponerle la guinda a mis cuatro días de aventureo y turisteo, en cuanto llegué a Colonia vi que mi tren para Brühl salía prácticamente en ese momento. Y era o cogerlo o esperar una hora allí sentada. Teniendo en cuenta que mi cupo de apalancamiento en estaciones estaba cubierto, me lancé como una loca por las escaleras hasta el metro. Menos mal que al ser las once no había demasiada gente y llegué al andén cuando llegaba.

Cuando llegué a casa, descubrí que el conejo de Pascua no se había olvidado de mí.


4 comentarios:

  1. ¡Qué maravilla de castillos y paisajes, y qué envidia de viaje! Me alegro mucho de ver que al final lo disfrutaste aunque fuiste sola, además eso me anima a mí con el mío por Oslo :D . Pero espero que no te hayas hartado de viajar por castillos alemanes... ¡Porque parece que necesitaré una guía para viajar en esos trenes sin información!

    Sobre las esperas en las estaciones... Yo suelo utilizarlas para terminar de planear lo que voy a hacer, y si te vale de consuelo ahora que has acabado el viaje, cuando me vaya a Oslo tendré 10 horas (DIEZ) para re-re-planear lo que voy a hacer antes de subir al avión. xD

    Y a ver para cuando tu próximo viaje... ¡a Letonia! Que también tenemos castillos y paisajes bonitos ^^

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    1. Si al final lo de viajar sola no fue para tanto, con tantas cosas por ver y recorrer no te acuerdas de que no tienes a alguien al lado. Además, así te lo puedes plantear a tu manera, cuando tienes hambre o estás cansado paras y cuando no, sigues. Seguro que a ti te pasará lo mismo en Oslo! :)

      Al final las esperas no se hacen taaaan largas (solo la de Heidelberg, que se me hizo interminable -.-), entre que te paseas un poco, te tomas un café y cotilleas en la tienda de recuerdos se pasa el tiempo volando xD Aunque diez horas... sí que suena a que se hará un pelín largo xDD

      Puf, me encantaría ir a Letonia, pero necesito los riñones para vivir jajajaja A ver si aparece alguna oferta maravillosa y entonces sí! :D

      Un besote, feo! ^^

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  2. Que castillos mas chulos!!!! y pueblos bonitos :) Si o si voy a tener que plagiar tu viaje algun momento de mi vida :)
    Que majo el conejito de pascua
    Besos guapa

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    Respuestas
    1. Jajajaja La verdad es que mereció la pena :) Alemania es un país que hay que visitar sí o sí! ;)
      Un besazo, flor! :)

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