lunes, 24 de marzo de 2014

Y así fue como desapareció marzo

Con la excusa "qué día más feo" le he dado una patada a mi mañana de gimnasio y, para convencerme de que he hecho algo de provecho, voy a hacer acto de presencia por estos lares y os cuento cómo me ha ido marzo. Que sí, que todavía queda una semana, pero es que este mes ha dado mucho mucho de sí.

El mes empezó en pleno carnaval y, para darle todavía más emoción, con el cumpleaños de mi HM. El domingo tuve que dejar de lado la cerveza y las calles abarrotadas para hacerme cargo de una horda de niños y evitar que se mataran entre ellos mientras sus padres engullían berlinas, Frikadellen y otras delicias que casi no llegué a probar. Para interés de los lectores, los más salvajes, impertinentes y porculeros de esos niños fueron los míos propios que, como siempre, aprovechan los días festivos para hacer huelga de reglas au pairiles y convertirse en salvajes sin ley. Menos mal que es un día al año.

Este fue mi regalo. Algo socorrido, pero ¡le encantó!

Y estas fueron las obras de arte que hice con los peques. Como se puede apreciar, uno tiene más talento artístico que el otro. Después de casi una semana haciendo flores, jarrones, quejas y desesperaciones, el resultado valió la pena.

El fin de semana siguiente conocí a la chica que tenía todas las papeletas para ser mi sucesora. La posible futura víctima au pair de mis niños era una italiana que estaba haciendo un año de erasmus en Mainz y aprovechando que las ciudades están más o menos cerca vino el sábado a visitarnos y a conocer la familia, la casa, la ciudad... Tener delante a la chica que viviría en mi habitación, que dormiría en mi cama, que se sentaría en mi sillón, que cuidaría de mis niños y que probablemente viviría una vida muy similar a la mía fue una  situación cuanto menos, peculiar. No fue envidia, o tristeza, o alegría, fue ¿cómo decirlo? la constatación de un hecho, la realidad de lo que para una au pair es ser au pair. Es una etapa de la vida con fronteras, con un fecha de inicio y una de fin, en la que adaptas a un entorno que no es el tuyo y vives con fecha de caducidad. Como dijo esta chica en su blog "[...] Otra persona va a vivir en tu vida, en una vida que ya no es tuya. El tiempo de aupair es un tiempo prestado, una oportunidad única.[...]". Y qué razón, oye. Hasta la fecha no he encontrado una definición más acertada, más verdadera y con más sentimiento que esa.
Y ahí estaba yo, viendo a mi "sucesora" y viéndome a mí misma, seis meses atrás. Hablando con frases mal formadas, palabras sueltas, cara de susto y mucha mucha inseguridad. Y, no es por echarme flores, pero ¡anda que no he aprendido desde entonces! ¿Será verdad que todo esto está mereciendo la pena? 

Y claro, al igual que una mira para atrás y ve lo que ha recorrido, también tiene que mirar para delante y ver lo que queda por recorrer. Hasta el final. Porque cuando tu familia empieza a hablar del día en el que llegará la chica nueva, está implícita una despedida. Una que viene y otra que se va. Y la temida conversación llega. Calendario en mano, mi HM me habló de sus planes vacacionales y marcamos la semana definitiva. Cuando pasas de una fecha indeterminada al "probablemente 4 de agosto" como respuesta a la pregunta "¿hasta cuándo estás aquí?" algo se rompe. El final ya está marcado y, para mi sorpresa, está mucho más cerca de lo que pensaba. Hay tanto por hacer, tantos planes, tantos viajes, tantas experiencias que vivir... Y ahí está ya, dentro de nada, el temido último día en el que cogeré la maleta y diré adiós para siempre. Adiós a  mis niños, a mi HM, a mis gatos preciosos, a Brühl, a la catedral, a los viajes express, al Chai Tee Latte, a la Currywurst y, sobre todo, a mi vida como au pair. Se me pone la piel de gallina solo de pensarlo.

En fin, al margen de mis cavilaciones, reflexiones y imposibles mentales, no puedo cambiar de tema sin añadir que mi posible sucesora, la italiana, dijo que no. Que no quería vivir con esta familia tan maravillosa. ¿Qué puedo decir? Ella se lo pierde.

Acabé una semana de realidades y verdades con un tándem alemán-español (con un marcado acento argentino) y un helado. Y es que ese domingo llegamos a los 24ºC. Como decía mi HD "casi casi como en España", sí, casi casi como en casa.

El fin de semana siguiente tampoco fue mucho más tranquilo. El sábado tuve viaje improvisado a Amsterdam que reavivó mis ganas de ver mundo y viajar. Y para consolidar este sentimiento viajero, el domingo tuve una visita muy especial. 
Si en su momento empecé a escribir (mejor o peor) mis andanzas como au pair, desde luego no fue para conocer gente. No personalmente, claro. Cuando escribes, lees, y cuando lees, te implicas en la vida de una persona: te diviertes con sus anécdotas, te sientes mal cuando le va mal, te alegras con sus alegrías. Y te identificas. Ves que las meteduras de pata con el idioma o las peleas con los niños no son solo cosas tuyas porque no tienes ni idea, si no que es más corriente de lo que te piensas. Gente con la que te puedes quejar sin que te miren como si fueras un perro verde. Pero de ahí a ponerle cara y voz a unos cuantos post, hay un trecho. Si alguien me preguntara hoy los motivos por los que escribo aquí, añadiría sin lugar a dudas la posibilidad de conocer a gente tan bonica y adorable como ella.

Y después de otra semana de maltrato en el gimnasio y clases de alemán nos plantamos en el fin de semana pasado. Para seguir con el espíritu viajero, el sábado aprovechamos las maravillosas ofertas de excursiones en grupo por Alemania para ir a Frankfurt am Main (SchönesWochenendeTicket - cinco personas (aunque fuimos cuatro) - todo el país - 44€). La verdad, no sé si escribiré una entrada porque dejó mucho que desear y si lo hiciera, sería para recalcar las ventajas de viajar solo sin gente porculera. Solo diré que, de cinco horas que teníamos para ver la ciudad, dos las pasamos buscando un McDonalds. ¡UN MCDONALDS! Ver para creer.





Y ayer, para compensar que el sábado había hablado mucho español, volví a hacer un tándem con la chica de la semana anterior, que para subirme el ego me dijo que mi alemán era el mejor de todos los otros tándems que había hecho (y ya paro de alabarme en esta entrada, ¡lo prometo!).

Mientras lo escribo, parece que haya pasado una eternidad, pero a la vez se ha ido volando. Dentro de dos días hago siete meses y solo quedarán cuatro para volver a casa. Contando con una parada en mayo para volver a tierras españolas a hincharme a comer, a ver series online y, si acaso, ver a la familia. Y ya que estoy, voy a amortizar las horas que me he saltado el gym y lo cuento bien. Resulta que la familia se va de vacaciones la primera semana de mayo. Así son ellos de raros, que no cogen vacaciones cuando todo el mundo. En un principio pensé quedarme en Alemania y aprovechar la semana para viajar por aquí y ver un par de sitios que de otra forma no podría ver por falta de tiempo. Pero al ser una semana "rara" nadie tiene vacaciones, por lo que me tocaría viajar sola (cosa que, como ya contaré ahora mismo no me parece tan problemático). Y además, si me quedo aquí, ya no volvería a casa hasta verano y de navidades a agosto me parecía una eternidad sin hacer una parada en casa. Ahora mi gran duda es si facturar una maleta y aprovechar el viaje para dejar allí toda la ropa de invierno, unos cuantos libros y cosas que dejar allí y poder traerme la ropa de verano. Así el último día (maldito último día, no paro de nombrarlo) no tendré problemas de sobrepeso o de facturar otra maleta  (que por cierto tendría que comprar...). 

Y para terminar esta larga y aburrida entrada, tengo que contar lo que llevo planeando toda la mañana y que ha evitado una muerte segura en clase de aeróbic. Resulta que en Semana Santa servidora tiene cuatro días libres. Después de descartar el viaje a Berlín (precios de avión astronómicos y horas de autobús impensables si quiero pasar un tiempo decente en la capital de Alemania, además de que nadie quería acompañarme...) intenté buscar un plan B para hacer esos días. La idea de quedarme en casa teniendo tanto por descubrir me parecía absurda y en un principio pensé viajar por la región y volver a casa a dormir. Pero claro, un viaje a la ciudad de al lado lo puedo hacer cualquier fin de semana (que al final, seguro que con la tontería de "está aquí al lado, lo puedo ver cuando quiera" no lo hago, ya veréis...). 

Al final he decidido hacer un mini intento de inter-rail (que lo único que tiene de inter-rail es el tren, pero ¿a que suena bien?) por la zona del suroeste y aprovechar para visitar una ciudad que para mí tiene mucha historia. No me podía ir de Alemania sin haber estado en la ciudad donde se crió mi padre y donde vivió más de 20 años.

El viaje se quedaría así, aunque está sujeto a modificaciones:
Día 1: Köln - Heidelberg. 
Día 2: Heidelberg - Karlsruhe - Pforzheim
Día 3: Hohenzollern Schloss (?) - Freiburg
Día 4: Freiburg - Köln

Y lo más probable es que lo haga sola. Yo y el mundo. Prefiero no pensarlo que me asusto.

lunes, 17 de marzo de 2014

Excursiones aupairiles: Amsterdam

Antes de todo, quiero agradecerle a Ampelfrau que encontrara un hueco en su viaje para visitar Colonia y obligada por mí Brühl. Fue verdadero placer conocerte, ponerle por fin cara a tu blog y a tus historias y comer pizza-burguer contigo.

Y ahora sí la historia de como, sin comerlo ni beberlo, acabé en la capital de Holanda.

Pero para ello, os pondré en situación. Hace un tiempo alguien puso en el grupo de au pairs de Colonia el evento de una excursión de estudiantes a Amsterdam. Salida desde Köln, ida y vuelta 35€. A pesar del maravilloso precio y de la insistencia de unas amigas a mí me tocaba trabajar justo ese sábado y, de todas formas, (y aquí es cuando me doy cabezazos contra la pared por tonta) me dio un poco igual. Amsterdam no había sido nunca una de las ciudades de mi lista. ERROR.

Pasó la semana y yo ya tenía en mente un sábado tranquilito de Milchkaffee y lectura en una cafetería para coger fuerzas para un largo y duro babysitting. Hasta que el viernes me preguntó mi HM
-¿Qué planes tienes para el fin de semana?
Yo: - Poca cosa, como el sábado me tengo que quedar que casa...
HM: - ¿El sábado? ¿Por qué?
Yo: -Porque... ¿os vais de cena, no? 
HM: -Ah ¿no te lo dije? Al final no.

Y ahí fue cuando me tiré en plancha al ordenador para enviar una solicitud a la organización a ver si quedaban plazas. Lo hice muy convencida de que a pocas horas del viaje me mandarían a paseo, pero oye, ¿y si sonaba la flauta?
Y por la tarde, cuando ya me había casi olvidado del tema y había perdido toda esperanza me llamaron porque había habido una cancelación de última hora y quedaba una plaza. Las madres que habían en el parque se me miraron muy mal cuando me puse a dar saltitos de alegría.

En ese momento descubrí las ganas que tenia de ir a Amstedam. Hasta que sonó el despertador. Porque una se ve a las 6 de la mañana con un sueño horroroso, sola en la parada de tren para ir a Colonia, de noche, con un frío que pela y piensa ¿y si no voy? Pero la perspectiva de dormir en el viaje me consoló bastante.

Después de 4 horas de autobús con parada en Aachen y en medio de la nada para ir al aseo (la mitad de las cuales, efectivamente, las pasé durmiendo) llegamos a Amsterdam.

El autobús nos dejó delante de la estación de tren, justo delante del hotel Victoria. Si pasáis por ahí veréis que delante del hotel hay una casita muy mona. Cuando se construyó el edificio, el dueño de la casa no la quiso vender. ¿Qué hicieron? Construyeron el hotel alrededor.


Como buenos estudiantes y pobres que éramos, nos llevaron a una tienda de queso donde nos llenamos el estómago con muestras gratis y deliciosas. Y a partir de ahí, empezamos la ruta.

Llegamos a la plaza central (Damrak), con el Palacio Real y el museo Madame Tussauds de fondo. 



En Amsterdam hay canales, algo parecido a Venecia (realmente no puedo comparar, nunca he estado en Venecia, pero es lo que dicen).



Nuestro objetivo era el museo Van Gogh, para el que por suerte ya teníamos las entradas compradas. Y digo por suerte porque la cola era kilométrica. Yo soy muy fan del arte en general PERO me parece que el precio de la entrada es excesivo para el tamaño de la exposición (vale 15€ sin posibilidad de descuento, mientras que museos como el del Prado o el Louvre valen 14€ (7€ con descuento para estudiantes) y 13€ respectivamente). Muchas de las pinturas más importantes no están ahí y además tuvimos la mala suerte de que el cuadro de los Girasoles estaba en ese momento en Londres. Si el arte no es lo vuestro, no merece la pena entrar y podéis aprovechar para ver otros lugares de la ciudad.
Para entrar hay que dejar mochilas, paraguas, cuchillos (hay un cartel que lo indica) en el guardarropa y pasar por un detector de metales. Las fotos están prohibidas. 


Algunos cuadros que sí se pueden ver en el museo son:

Los comedores de patatas

Almendro en flor

El dormitorio en Arlés
La segunda parada obligatoria en Amsterdam es la casa de Ana Frank. Ana Frank fue una judía alemana que durante la época de la guerra se escondió de los nazis en una casa junto a su familia. Los dos años que duró el encierro escribió un diario en el que contaba su día a día, sus esperanzas y sus ansias de salir al mundo exterior. La casa donde se escondieron está abierta al público y no está amueblada (simbolizando el vacío que dejaron los miles de judíos que jamás volvieron a sus casas) aunque hay maquetas de cómo era entonces. Al igual que en el museo Van Gogh, lo ideal es comprar la entrada por internet porque la cola es muy muy larga. Nosotras hicimos una media hora y eso que va más o menos rápido. La entrada vale 9€, no se pueden hacer fotos y VALE MUCHÍSIMO LA PENA. Las paredes tienen fragmentos del diario que describen como fue el hogar de la familia Frank y van acompañando al visitante a lo largo del recorrido. Esto me parece muy interesante porque no es una típica inscripción de museo que indique, por ejemplo, “las ventanas estaban tapiadas” si no que reproducen el fragmento del diario donde explica por qué las ventanas estaban tapiadas. Es muy sobrecogedor y algo claustrofóbico, un golpe de realidad de lo que mucha mucha gente vivió durante la guerra.

Cola para entrar a la casa

Pasamos por delante de un mercado dedicado a las flores, en especial a los tulipanes.

Rijkmuseum, el más importante de Amsterdam

Olvidaos de hacer una foto sin gente por en medio

Por la noche hicimos con el organizador un tour por el barrio rojo. La prostitución en Holanda al igual que el consumo de marihuana, está totalmente legalizado y el barrio rojo (Rosse Buur). Lo puedes considerar mejor o peor, más o menos ético, pero me parece que es algo que hay que ver por lo menos una vez en la vida. Las prostitutas se exhiben detrás de unas puertas de cristal como si fueran maniquís y esperan a que alguien entren. Hay que llevar muchísimo cuidado por aquí, está PROHIBIDÍSIMO hacer fotos (según el guía te puedes llevar un buen botellazo en la cabeza) y, por supuesto, no es aconsejable criticarlas descaradamente si no quieres recibir algo más que palabras poco educadas. Se recomienda no hablar con nadie, ni siquiera decir que no. Y entre tanta prostituta, luz roja y drogas se encuentra la catedral más antigua de Amsterdam. Como lo oís. Curiosamente, esta se construyó ahí para que los que pecaban pudieran recibir rápidamente una indulgencia y volverse a casa limpitos de pecados a un módico precio. 

En Amsterdam son muy famosos los coffeshops donde puedes comprar marihuana (o productos hechos con ellas como magdalenas o pasteles) de forma legal. También hay muchas tiendas (las típicas de recuerdos) donde encuentras “galletas de la felicidad” al lado de las postales y los imanes. Personalmente me parece absurdo malgastar un día de tursteo por estar colocado (según el guía se ha encontrado a varias personas que llegaban corriendo al autobús perseguidos por un unicornio o que lo han llegado a perder por el mismo motivo...). De hecho, me parece muy triste que una ciudad tan maravillosa esté encasillada por el tema de las drogas, dejando de lado muchas otras cosas fantásticas que tiene por ofrecer.

¡Por cierto! Lo más peligroso que os podáis encontrar en Amsterdam (y en Holanda en general) no son asesinos, ladrones o violadores, sino las bicicletas. Holanda es el país con más bicicletas y se nota. Son bastante imprudentes, van bastante rápido y no tienen cuidado con los peatones, por lo que si no quieres acabar en el hospital y tener que pagarle una bicicleta nueva a alguien mira dos veces antes de cruzar la calle.
Bicicletas, bicicletas y más bicicletas
A las 11 de la noche, con un dolor de piernas considerable y ganas locas de tocar la cama cogimos el autobús. Cuatro horas después y una media hora más de propina en tren llegué a casa.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Kölner Karneval

En estos momentos debería estar haciendo los deberes de alemán, pero en mi defensa tengo que decir que esta entrada dentro de unos días no tendría sentido. 

Hoy, miércoles de ceniza, empieza la cuaresma (o en alemán Fastenzeit "tiempo de ayuno") época en la que, se supone, no se puede comer carne/dulces/comidas grasientas. Como a la sociedad de hoy en día nos da igual todo, la cuaresma ha pasado a ser cosas de abuelas, pero hasta hace realmente poco era una tradición que había que respetar. ¿Y qué hacía la gente de entonces antes de este tiempo de dieta obligada? Celebrarlo por todo lo alto y cometer todos los excesos que en esos cuarenta días no podrían realizar. Y lo llamaron carnaval. 

El Carnaval de Colonia es uno de los eventos más importantes que se celebran en esta ciudad. Todo comienza en noviembre pero no es hasta febrero cuando la ciudad se llena de desfiles, música, impresionantes disfraces y mucha mucha kölsch.

El carnaval es tan antiguo como la propia ciudad. Los romanos que se asentaron aquí celebraban por estas fechas la Fiesta de la Primavera en la que honoraban a los dioses cantando y bebiendo vino (no muy diferente a lo que se hace ahora...). De hecho, ya los propios germanos realizaban fiestas para celebrar el fin del frío, alabar a los dioses y alejar a los “demonios del invierno” (esta tradición todavía se conserva en muchas partes de Alemania, generalmente el sur, pero eso es otra historia). Con la llegada del cristianismo, esta celebración pasó a ser la antesala de la cuaresma. Es más, el nombre "carnaval" viene del latín carne vale “adiós carne”.

Durante muchos años, a pesar de estar prohibido por la Iglesia, se celebró el Karneval y en el siglo XVIII comenzaron a celebrarse bailes de máscaras al estilo veneciano entre los nobles.

Con la llegada de los prusianos, se intentó poner freno a esa “loca” tradición. Pero los coloneses no cedieron, se popularizó (dejó de ser una fiesta propia de la nobleza) y se regularizó. A partir de entonces se fueron creando compañías y se fue formando el carnaval que disfrutamos (o sufrimos, según el punto de vista) hoy en día.

Oficialmente, el kölner Karneval empieza el día once de noviembre (der Elfte mi Elften) a las 11 horas 11 minutos. Aquí se presentan a los Kölner Dreigestirns, un trío formado por el Príncipe (Prinz) que es la figura más importante de las fiestas, la Virgen (Jungfrau) que representa a la madre Colonia (siempre ha sido representada por un hombre, solo dos años durante el nazismo las Vírgenes fueron mujeres porque consideraron que el hecho de que fuera un hombre era una exaltación de la homosexualidad) y el Obrero (Bauer), que representa la fuerza.

A partir de este día es muy muy normal ver gente de vez en cuando disfrazada por la calle y por el metro.Y cuando digo gente no tiene por qué ser solo gente joven, no. Desde niños bien pequeños hasta señores y señoras de 60 o 70 años se plantan sus pelucas y sus trajes de payaso. 

Y en febrero tiene lugar el carnaval de verdad, el meollo del asunto. Los días más importantes son Weiberfastnacht y Rosenmontag, aunque de jueves a martes hay una fiesta continua por la ciudad.

Weiberfastnacht es el jueves anterior a miércoles de ceniza. Aquí da comienzo la celebración en las calles del carnaval y, originalmente, era el día en el que las mujeres salían de las cocinas, tomaban el mando y cortaban las corbatas de los hombres a los que después les daban dos besos. Hoy en día todos los hombres tienen una corbata vieja/fea preparada para Weiberfastnacht y en los aviones, por ejemplo, se avisa a los pasajeros de que si le tienen aprecio a sus prendas, las guarden para evitar desgracias.

El lunes, llamado Rosenmontag (lunes de rosas) se realiza el desfile de Rosenmontag (Rosenmontagzug). Este es el más largo y antiguo de toda Alemania (dura unas 5 horas ininterrumpidas). Lo ven más de un millón de espectadores y es realmente llamativo. Muchas de las carrozas suelen hacer críticas políticas. 










Es muy importante gritar “Kamelle, Kamelle” (que viene de Karamelle caramelos) para que te caigan dulces y rosas que tiran desde las carrozas. Pero con dulces no me refiero a los caramelos de toda la vida que los coges con toda la ilusión para que luego críen pelo en un cajón, no. Aquí tiran bolsitas de gominolas, galletas, peluches, cajas de bombones... Sí, cajas de bombones. Por lo que si vais a verlo, llevad un buen gorro si no queréis acabar en urgencias con una brecha en la cabeza.

Botín de guerra

Te abren la cabeza, pero por lo menos te saludan xD
El último día, el martes, se quema el Nubbel, como símbolo de la desaparición de todos los excesos cometidos durante las fiestas y el comienzo de la época de ayuno.

Siempre había oído opiniones de todo tipo, y es que el carnaval no deja a nadie indiferente: o la amas o la odias. Aunque tiene sus cosas buenas, me incluyo en el segundo grupo. El carnaval, definitivamente, no es para mí.
Personalmente me parece una fiesta muy masificada, en la que pagas el doble por beber cualquier cosa en cualquier sitio que está el doble de lleno que de normal. Las colas para entrar a los pubs o Kneipes son interminables y, como en todo este tipo de fiestas, la basura (botellas, plásticos, trozos de disfraces, vómitos...) se acumulan por las calles, casi casi al mismo nivel que los borrachos.
Pero también tiene cosas positivas. Los días de carnaval hay bandas de música y grupos de tambores por toda la ciudad. Si estás en el centro, encontrarás una a cada 5 metros (muchas de ellas muy buenas). Por ejemplo, yo me encontré a un chico tocando la melodía de la Abeja Maya en el tren mientras todo el vagón cantaba a pleno pulmón. El ambiente cambia, el aire se llena de alegría y desenfreno y la gente se vuelve más abierta. 

Al igual que ves disfraces muy muy cutres, hay muchos disfraces muy bonitos y muy trabajados. Y para darle el toque “colonés” nada mejor que añadir algo con la bandera o los colores de la ciudad  (una pegatina en la cara, un pin...).
Y por supuesto, todo al grito de "Kölle Alaaf!" (Colonia lo es todo).

¿Quieres saber más?

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