lunes, 28 de octubre de 2013

Los dos meses

Mentiría si dijera que no tengo tiempo para actualizar el blog. Desde luego, desde que estoy aquí tiempo es lo que más tengo y de hecho me paso  mucho mirando vuestras historias y anécdotas. Pero sí que es verdad que no me ha pasado nada interesante o destacable. Eso si no contamos  las fiestas de cumpleaños de los niños (a las que, milagrosamente, he sobrevivido), más clases de alemán que no están resultando lo fructíferas que esperaba, nuevos planes de futuro a corto plazo y más ganas que nunca de practicar este idioma. Sin embargo, como bien dice mi querida historia interminable, eso es otra historia y se debe contar en otro momento ("das ist eine andere Geschichte und soll ein andermal erzählt werden").

Estas dos semanas de Herbstferien (vacaciones de otoño, para que nos entendamos) me he apuntado a un curso de conversación. Los primeros días fue bastante bien, pero creo que la profesora no se ha enterado de que los que tenemos que hablar somos nosotros y pasamos la mayor parte de la clase escuchando... Es interesante, eso sí, y siempre se aprende algo nuevo, pero por el momento deja bastante que desear. Un curso de conversación en el que no se conversa... Esto ha trastocado totalmente mi rutina diaria, ya que estaba acostumbrada a tener todo el tiempo del mundo por las mañanas para dormir, pasear, lavar la ropa... Ir a comprar un bolígrafo se convertía en toda una mañana de aquí para allá a paso de tortuga disfrutando del paisaje. Ahora voy corriendo a todas partes y sin tiempo para nada, ya que el curso es todos los días, toda la mañana. Muchos días llego al Kindergarten a recoger a los nenes con la comida sin digerir. Este estrés no me entusiasma, pero hace que el tiempo pase más rápido y que esté entretenida. Ya veremos qué será de mi vida cuando vuelva a tener tiempo casi infinito y días interminables.

Mis niños cada día están más rebeldes. O más cariñosos. O más estúpidos. O más dulces. ¿De dónde sale esa bipolaridad? En un momento me dicen que van a llamar a mi familia para que venga a recogerme (sí sí, tal cual) y a los cinco minutos me abrazan y me dicen que no me vaya nunca. Supongo que ser au pair también significa convivir en la barrera entre el amor y el odio, los abrazos y los empujones. 

Por el momento, como es normal,  he tenido algunos roces con la familia. Quien piense que es todo perfecto y que mi vida es maravillosa, que se vaya a leer otro blog. Pero prefiero ir recopilando "roces" para explayarme en una entrada llena de odio y rencor. Como adelanto os diré que me cayó una buena bronca por comer las manzanas que no eran (por dios, ¿cómo pude no distinguir las manzanas de postre de las de hornear?) y otras catástrofes por el estilo. Pese a ello, estoy muy contenta con ellos. Me tratan muy bien y me siento aceptada aquí, aunque... No, no me siento parte de la familia. No sé si será porque todavía no me he integrado del todo, porque tenemos broncas por cosas que, a mi parecer, son una tontería, porque me siento bastante insegura con el idioma y todavía no sé manifestar todo lo que siento, porque en mi interior sé que esta no es mi familia y que es solo una etapa... Pero sé que si mañana me dieran la opción de volverme a España, la rechazaría. Hay gente que le cuesta menos adaptarse a un sitio. Yo soy de las que les cuesta más. Quizá cuando me sienta a gusto del todo será hora de marcharme, pero entonces sabré que todo esto ha valido la pena.

Y dentro de nada ¡Sankt Martin! Fiesta típica alemana donde las haya de la que (espero) llevarme un buen recuerdo.

viernes, 18 de octubre de 2013

Me cabreo y punto

AVISO A NAVEGANTES. Esta es una entrada para quejarme abiertamente y manifestar mi cabreo. El que venga por aquí para aprender algo, esta no es la entrada adecuada.

Pues sí, estoy cabreada. Y es que lo mejor para poner la guinda a un día de mierda es llegar y ver la mesa puesta. Pero ¡oh! ¡Sorpresa! Tú no tienes plato. Resulta que esta noche mi HM (que es la que se encarga de la cena) no está y se ha encargado mi HD. Se ve que este hombre no se ha dado cuenta de que llevo toda la tarde entreteniendo a sus hijos, desvistiéndolos para la piscina, duchándolos, vistiéndolos de nuevo, peleándome con ellos desde por la mañana para que recojan y lleguen a tiempo a clase de natación y a la guardería, intentando poner mi granito de arena en su educación para que el día de mañana no sean unos ninis sin oficio ni beneficio. Se ve que este hombre se ha pensado que, por casualidades de la vida, hoy no me apetece cenar a la hora de siempre. Y es por eso que ha preparado cena para él y sus hijos. Esos a los que cuido y con los que estoy más tiempo que él mismo. Creo que no hubiera sido tan trabajoso poner otra pizza en el horno para mí, o por lo menos no recibirme con un sitio vacío en la mesa. ¿Es que eso es demasiado?

viernes, 11 de octubre de 2013

La importancia de elegir bien

Cuando una se plantea coger la maleta e irse a trabajar de au pair tiene que tener en cuenta un millón de cosas. Y no exagero. La familia, el idioma, los niños, las tareas del hogar, la ciudad, el papeleo... En fin, un conjunto de aspectos que hay que valorar detenidamente a la hora de marcharse.
Ser au pair, además de muchas otras cosas más, consiste en vivir con una familia distinta a la tuya, adaptarte a sus costumbres (que son diferentes a las tuyas) y luchar con su idioma que no es el tuyo. Por lo tanto, la elección de la familia es lo principal y más importante del proceso. Eso sí, también tenemos que tener en cuenta nuestras prioridades respecto al lugar (ciudad o pueblo), edades de los niños (bebés o adolescentes), o las tareas principales que queremos desempeñar (más cuidado de niños o más cuidado de la casa). Todo tiene que intentar encajar como si fuera una especie de sudoku para conseguir pasar un año felices y recordar el año vivido como una experiencia maravillosa y no como un suplicio.
Después de casi dos meses por tierras alemanas, casi un año leyendo infinidad de blogs y la experiencia personal de un par de amigas en la mano, he llegado a varias conclusiones y todas ellas se resumen en saber elegir bien con quién queremos pasar un año.

  • El lugar
Particularmente, a mí me daba igual a qué ciudad de Alemania irme. Si bien es verdad que la zona del suroeste (Stuttgart, Heidelberg...) me atraía mucho, no estaba cerrada a otros lugares. Una amiga mía, cuando buscaba a su HF me comentó que estaba barajando varias familias. Todas parecían maravillosas, pero justo la que menos comodidades le ofrecía vivía en Frankfurt. Y a ella le encantaba Frankfurt. Esta chica prefería vivir en la ciudad de los bancos a pesar de que no le pagaban el curso de alemán, ni el Monatskarte... Si lo pensamos un poco, las ciudades se pueden visitar y siempre van a estar ahí, pero con quien tienes que lidiar cada día es con la familia. No os dejéis llevar por la zona, porque podréis rechazar a una familia perfecta simplemente porque no vive en X ciudad y aceptar otra que no sea lo que buscáis. Viviréis en vuestra ciudad favorita, sí, pero, ¿a qué precio?
Otra cosa muy diferente es el tema ciudad-pueblo. No hay que dejarse llevar por la región o ciudad, pero sí por el tipo de población. En mi caso, vivo en un pueblecillo no muy grande, pero está a 20 minutos de Colonia y Bonn en tren. A mí me encanta, porque vivo en un pueblo tranquilo donde puedo  encontrar de todo para el día a día, Correos, centro comercial, tiendas... Y cuando necesito algo más específico o simplemente ver una calle llena de gente y merodear por la gran ciudad, solo tengo que coger un tren. Habrá chicas que prefieran vivir directamente en la gran ciudad y acostumbrarse a los horarios de metro. Otras preferirán la tranquilidad de una casa en medio del bosque. Sobre gustos no hay nada escrito. Eso sí, si tu posible familia vive en una aldea de cuatro casas con una conexión horrorosa y a horas de una gran ciudad, tendrás que valorar si lo que ofrece vale la pena, si podrás tener coche propio para ir y volver o si te pagarían un taxi... Valorar, valorar, valorar.

  • Las edades de los niños
Esto depende de la experiencia o no que tengamos sobre el cuidado de niños, nuestra paciencia o de lo que nos queramos relacionar con ellos, entre otros.
Los niños muy pequeños requieren muchísima atención y cuidados específicos (biberones y papillas, pañales,  vigilancia casi las 24 hora del día...). Además, enfrentarse a un pañal sucio o a un lloro nocturno cuando no se ha cuidado de un bebé antes puede ser una auténtica odisea. En mi caso, nunca había cuidado de un bebé, por lo que descarté a este tipo de niños desde un principio. No digo que no haya chicas que se enfrenten a ellos sin haber cuidado de otros antes y sobrevivan, que seguro que las hay (¡un aplauso para las valientes!), pero para mi primera vez, yo prefería enfrentarme a niños a los que pudiera entender.
Por otra parte están los adolescentes. Normalmente este tipo de niños no necesitan cuidados especiales ni atención constante, simplemente prepararles la comida, ayudarles con los deberes o estar pendientes de algunas cosas más. Eso sí, preparaos para una guerra psicológica continua y frases del tipo "tú no eres mi madre". Además, estos niños saben que sus padres pagan a la au pair, por lo que a veces intentarán ir de jefecillos o pasarse de listos. Si nuestro nivel de alemán no es suficiente para mantener una discusión decente (mi caso), mejor buscamos otra opción.
Y luego están los niños de edad intermedia (entre 5 - 8 años), como los míos. En esta edad los niños te necesitan, pero no tanto como un bebé y no suelen ser tan despegados como un adolescente. Los puedes entretener contándoles historias o haciendo actividades con plastilina/ceras/folios de colores, por lo que para cuidar de estos niños tendremos que rescatar de nuestra memoria los programas de Art Attack  que hayamos visto y tener siempre la imaginación a mano porque la vamos a necesitar. Pero claro, no todo es idílico. Estos niños van unidos a  las rabietas. Las rabietas (véase, berrear porque sí un periodo de tiempo normalmente corto) aparecen en el momento más inesperado y suelen ser, en genera, por tonterías como: porque el agujero de la cabeza de la camiseta es demasiado estrecho, porque el agua para lavarse las manos está muy fría/caliente, porque has recortado algo demasiado recto...También es muy importante asumir que somos modelos para ellos, por lo que nuestro comportamiento tiene que ser ejemplar. ¿Que te apetece sentarte de cualquier manera en la mesa? En tu tiempo libre. Con los niños te tienes que sentar recta, sin apoyar los codos y con los cubiertos bien agarrados. Y como este, muchos ejemplos más.

  • Las tareas del hogar
Por lo que he visto y leído, la cantidad de tareas domésticas son inversamente proporcionales a las edades de los niños. Es decir, cuanto más pequeñas son las fierecillas más atención necesitan, por lo que las tareas del hogar suelen ser más ligeras. Sin embargo, conforme los niños son más mayores, requieren menos atención, por lo que la cantidad de tareas del hogar aumenta. Si prefieres enfrentarte a una olla sucia o a un aspirador antes que a un pañal, puede que encajes mejor en una familia donde los niños sean más mayores.

He de aclarar que esto son las conclusiones que yo he sacado después de leer muchos casos. Por supuesto, habrá chicas que a pesar de cuidar de niños muy pequeños tengan un montón de tareas. O al contrario, chicas que cuiden de niños más mayores y que no tengan prácticamente cosas que hacer. Sobre esto no hay nada escrito y cada au pair y cada familia son totalmente diferentes. 

Desde luego, hay muchos otros factores que nos condicionan a la hora de elegir una familia u otra (habitación, baño propio o no...), pero siempre hay que intentar que todo encaje con lo que queremos. Quizá te paguen un sueldo más alto, pero no el seguro médico, por lo que te lo tienes que pagar tú y al final acabas con menos dinero que si cobraras el sueldo normal. O quizá solo te paguen la mitad del Monatskarte, pero ofrecen más tiempo libre o una habitación con televisión propia... Evidentemente, si esperas vivir en una mansión, con una criada que lo haga todo, cobrando un sueldazo y que los niños sean ideales y no sepan el significado de la palabra "gritar", te has equivocado de trabajo.

¿Y cómo se sabe todo esto? PREGUNTANDO. He conocido a varias chicas que han tenido muchos problemas porque "les daba vergüenza preguntar". No. Nunca. Si vas a vivir con una familia, tienes que saber TODO lo que tendrás o no tendrás en su casa, las tareas que tendréis que hacer (nada de "poca cosa", pedid una lista), si tienen animales y los tienes que cuidar tú... Y, por supuesto, todo acerca de los niños: desde a a qué hora se levantan hasta si les tenéis que ayudar a lavarse los dientes. Que nada os pille por sorpresa, porque aquí las sorpresas no suelen ser muy agradables... 

miércoles, 2 de octubre de 2013

Lo peor de vivir fuera de casa llega cuando estás enferma

Hace un tiempo, antes de salir de mi preciosa casa para venirme a tierras hostiles y frías, una amiga me dijo que lo peor de vivir fuera eran las enfermedades. Esos momentos de debilidad en los que la mejor cura es un caldito casero de mamá, unos cuantos cuidados que hacen milagros y la calidez de las sábanas de tu cama.
En ese momento no pensé en la realidad de sus palabras porque, claro, en pleno julio una no piensa en fiebre, caldo hirviendo o catarros. Pero, como ya habréis podido imaginar por el título de esta entrada, he podido vivir en primera persona lo que es estar enfermo fuera de casa.
Empezaré por el principio de los tiempos.
Hace unas semanas uno de mis niños empezó a toser y moquear. Mi HM confirmó lo evidente cuando dijo "está un poquito constipado". Y punto. Ni más jarabe, ni más sobre de Frenadol alemán, ni más nada. Así pasó lo que pasó, a los dos días tenía a dos niños moqueando y tosiendo por la habitación. Yo, ilusa de mí, confiaba en que mi sistema inmunitario lucharía contra las bacterias y los gérmenes y saldría de esta sin ningún síntoma. Pero no. A los dos días el resfriado había llegado a todas las células de mi cuerpo.
En este momento de la historia estaréis pensando "cómo se pone esta chica por un constipado de nada".Resultó que lo que parecía un constipado de unos pocos mocos y dos estornudos desembocó en un catarro de caballo que me ha tenido gran parte de la semana con fiebre y tumbada en la cama.
Para mi desgracia, desde muy pequeña sufro infecciones de garganta que me dejan hecha un trapo y, efectivamente, esta vez no iba a ser menos. Los dos primeros días fueron los peores con diferencia. Me dolía la garganta a rabiar y con ella todo el cuerpo. No me estaba muriendo ni mucho menos, pero no me encontraba nada bien y solo quería cerrar los ojos y desconectar. Sin embargo, tenía cosas que hacer y obligaciones que cumplir: levantar a los niños, darles el desayuno, recoger...  La casa no se podía paralizar porque yo estuviera enferma o por muchas ganas que tuviera de pasar  mi catarro sepultada bajo las mantas de la cama. Y ahí fue cuando me di cuenta de la verdad que encerraban las palabras de mi amiga. Eché de menos mi casa como no la había echado de menos desde que llegué. La mano fría de mi madre en la frente para comprobar la fiebre, el zumo de naranja con caramelo para mitigar el dolor, el caldito casero caliente para reconstituir el alma y sobre todo dormir sin preocuparme de Kindergarten, clases o trenes. Vagaba por las habitaciones como una alma en pena, sin ganas de echar broncas por tirar los vasos de leche, ni de meter prisa a los críos para que no llegaran tarde. No obstante, como dicen por aquí tuve "Glück im Unglück" que en la lengua de Cervantes viene a decir "suerte en la desgracia". Los dos días que  más enferma me sentía fueron los días que menos tenía que hacer en casa: ni llevar a los críos a la guardería, ni recogerlos y solo me tocaba cuidarlos una horita o menos. Así que conforme se marchaban de casa hacía las tareas que me tocaban y en seguida me volvía a la cama. Como mi mamá bien dice "para el constipado no hay nada mejor que mucha agua y mucha cama". Y pastillas, que no se nos olviden nunca.
Por supuesto, la familia me dio medicamentos (algunos de estos de hiervas que tenían pinta de no curar nada) y cada día me preguntaban cómo me encontraba y si necesitaba algo. Un encanto, de verdad.
Así que ya puedo afirmar desde la experiencia que lo me dijo mi amiga es totalmente verdad, ya que una de las peores cosas de vivir fuera de casa son las enfermedades. Cuando lo extraño se multiplica, se nos cae la casa encima y daríamos cualquier cosa por volver a nuestro hogar. Lo juro, yo hubiera matado por una taza de zumo de naranja con caramelo made in abuelita. Pero todo pasa y la vida vuelve a la normalidad. Ahora toca ponerse una bufanda al cuello y abrigarse para no volver a repetir la misma historia.
¡Nos leemos, caritas lindas!

¿Quieres saber más?

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