lunes, 1 de febrero de 2016

Cuando tu hostfamily ya no es tu hostfamily

Sí, lo sé. Debería estar investigando para mi trabajo de fin de grado. Pero las musas han venido a visitarme y he decidido pasar del análisis de la traducción audiovisual y emplear su visita para retomar estas improvisadas "Crónicas post-aupairiles".

En la entrada anterior comentaba (además de excusarme por mi descarada ausencia) lo que sentí cuando volví y cómo fue retomar la relación con mis amigos (o los que quedaban, como bien apuntaba Carolina en un comentario). También conté cómo volví a la universidad a sabiendas de que acabaría un año más tarde que la mayoría de mis amigos y compañeros del alma. Hoy, sobre todo después de haber pasado dos horas buscando la oficina de correos (¿hola? Sentido de la orientación, ¿estás por ahí?) y haciendo cola para enviar una carta a mi no-familia alemana, me apetece hablar de mi relación con la no-familia una vez en casa (y casi dos años después).

Supongo que aquellos que hayan tenido malas experiencias y hayan huido de sus casas de acogida no querrán volver a ver su hostfamily ni en pintura. Lo comprendo y lo respeto. También habrán otros para los que su hostfamily es pasado y pensarán que se lo han pasado muy bien allí, pero si te he visto no me acuerdo, como le ha ocurrido a alguna amiga mía.

Yo, desde el primer día, me mentalicé de que mi época con ellos había pasado (adiós, Patri, adiós) y que un par de semanas después de irme llegaría una chica nueva que viviría donde yo vivía, se sentaría en mi sitio en la mesa en el que yo me sentaba y tendría una pinza de la ropa con su nombre para su vaso. Esto último que no os suene raro (aunque lo parezca), porque para evitar que cada vez que alguien bebía agua usara un vaso nuevo, con el consiguiente derroche de lavavajillas, o nos confundiésemos y bebiésemos por error del vaso de otro (oh, no, ¡qué drama!), cada uno tenía una pinza de la ropa con su nombre escrito y cuando cogía un  vaso para beber agua, le colocaba la pinza en el borde y así todos los habitantes del hogar, gatos incluidos, sabían que ese vaso contenía las babas y bacterias del susodicho. ¿Alguien más hacía eso en su casa o era yo la única lela que no conocía este sistema? xD 
Volviendo al tema. Yo asumí que había pasado a la historia y que, aunque al principio llamaran a la nueva chica por mi nombre (como a mí me pasó cuando llegué, que me llamaba Tatianaa... Patri), a los dos días pasaría al olvido. 
Y supongo que es la actitud que hay que tener. No podemos quedarnos estancados en ese año ya pasado y ellos, al igual que nosotros, seguirán viviendo sus vidas. Qué cosa más lógica y qué difícil es a veces hacerse a la idea.
No obstante, estos dos años siempre he enviado un correo felicitando las navidades y los cumpleaños, sobre todo los de los niños, y mi Gastmutti nunca se ha olvidado del mío. Poco después de volver, hablamos por skype una vez y pude volver a ver a mis chiquirritines. Pero, aunque luego volvimos a intentarlo y no salió bien, dejamos de buscar fechas que nos vinieran bien a todos y ya solo nos comunicamos por correo.

Estas navidades, sin embargo, quise tener un detalle con ellos, y como soy la loca del ganchillo les tejí unos gatitos con sus colores favoritos. 


Si soy sincera (y como este blog es mío, no tengo por qué no serlo), en un principio se los quería enviar en octubre para sus cumpleaños, pero no me dio tiempo a terminarlos. Y antes de enviarlos a destiempo (contando con que tardarían una semana y pico en llegar), preferí reservarlos para navidad. Cosas de la vida, y de las tardonas como yo, casi no los termino a tiempo para enviarlos una semana justa antes de Nochebuena para que llegaran el día de Navidad, o antes, así que los tuve que enviar sin cola, porque si no no llegaban ni para reyes. Pues, cosas de la vida también, justo el día de Nochebuena, llegó un paquete a mi nombre desde Deutschland que mi padre, el muy sinvergüenza, escondió. Y por la noche, después de la cena, cuando nos dábamos los regalos, me dijo que había llegado un sobre muy especial y me lo dio. Dios, me puse a llorar. Y quiero declarar públicamente que no soy persona de lágrima fácil (que, oye, si hay que llorar se llora que no pasa nada), pero ahí estaba yo, llorando a moco tendido la noche de Nochebuena con mi regalo especial de Alemania. Y os preguntaréis ¿qué había en el sobre? Un saquito de tela, con un mensaje que me llegó al alma.

Winter is coming... Crochet faster! (perdón por la calidad, no tenía otra -.-)
Cosas de tejedoras frikis. Y me encantó, sobre todo porque mi no-Gastmutter se acordó de mi pasión por Juego de Tronos y encontró algo que combinaba mis dos aficiones, aficiones que, además, compartimos las dos. En fin, que me emociono.
Pero ahora viene lo mejor. Yo pensaba que me había enviado el saquito como agradecimiento por los gatos de crochet. Pero no, al tiempo me escribió diciéndome que habían recibido los gatitos justo el día después de Navidad y que les había hecho especial ilusión. Sobre todo a uno de ellos, el niño de mis ojos, que se lo lleva todas las noches a dormir con él. Madre mía, sé que voy a quedar como una llorona en esta entrada, pero me volví a emocionar. Sobre todo pensando que ellos se acordaban de mí, que habían recibido mi regalo (que, no es por tirarme flores, pero me costó muchas muchas muchas horas de trabajo) y que, además, no había pasado sin pena ni gloria sino que ¡hasta dormían con ellos!

¡Están supermayores! Como veis, acerté de lleno con los colores :-P

¿Y por qué les he enviado hoy una carta? Bueno, como dije, no me dio tiempo a hacer las colas de los gatos, una detalle que pensé que pasaría desapercibido. Pero se ve que no. Mi Gastmutti me comentó en su correo que los niños se habían quedado muy sorprendidos al ver que los pobres gatos no tenían cola. ¿Y qué hace una buena ex-aupair en estos casos? Esperar a que pase la época de exámenes (dios, casi no sobrevivo a tantas horas en la biblioteca y encima con un constipado monumental) y ponerse como loca a tejer las dichosas colas. Y hoy por fin, por el módico precio de 1,55 €, las he enviado a sus legítimos dueños. 

Seguramente la próxima vez que vuelva a enviarme/le un correo será dentro de bastantes meses. Pero lo importante es que sepan que sigo estando aquí y que no me he olvidado de ellos. Que como bien dice mi yaya "de buen nacido es ser agradecido, hija mía, y tú tienes mucho que agradecerles". Y la verdad es que, como casi siempre, tiene bastante razón. Porque allí pasé días buenos y días malos, y no fueron pocos los días en los que me sacaban de mis casillas eso no lo voy a negar, pero a día de hoy solo me acuerdo de lo bueno y lo malo, ahí se queda. Y cuando leo las historias de todas esas chicas que se sienten utilizadas, que tienen que aguantar carros y carretas, agradezco mucho haber tenido la familia que tuve.

Y para terminar, me gustaría avanzar en esta entrada que quizá QUIZÁ vuelva pronto a verlos. Porque, en un correo, mi Gastmutti me contó que la au pair de este año había desertado (una española que encontró trabajo aquí y se volvió) y que ahora los cuidaba una niñera del pueblo de al lado, pero que no sabían que harían en verano. Y yo me dije: "¡esta es la mía!" y le dejé caer que, si en verano necesitaban que les echara una mano, aquí estaba yo. Todavía no me ha contestado (igual le da un ataque de risa al leerlo... xD), pero existe esa pequeña posibilidad de volver a mi no-casa alemana, con mi no-familia alemana, con mis no-niños alemanes. ¡Qué ilu!

Y vosotros, ¿seguís teniendo relación con vuestra no-hostfamily?

Llegados a este punto, solo puedo dar las gracias a los que me leíais antes y seguís haciéndolo después de tanto tiempo y, por supuesto, a los nuevos lectores, ¡sed bienvenidos!

¿Quieres saber más?

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...