lunes, 13 de enero de 2014

Sobreviviendo

¡Hola, hola caritas lindas! ¿Qué tal la vuelta a “casa” después de las fiestas? Yo bien podría haberme ahorrado el vuelo de vuelta porque entre los turrones, los mazapanes, los dulces en general y la comida ilimitada podría haber vuelto a Alemania rodando.

Hoy hace una semana y poco que salí de nuevo de mi casa rumbo al aeropuerto Colonia-Bonn. Pero esta vez fue todo muy diferente. Y no para bien, sino totalmente al contrario. Pero como siempre, empezaré desde el principio de los tiempos.
Después de casi cuatro meses de niños, peleas, abrazos, recoger juguetes, más peleas y más abrazos fue una completa maravilla volver a casa, donde la responsabilidad más grande que tenía era hacer la cama por las mañanas (y a veces ni eso). Cada vez que me preguntaban que qué tal (además de las famosas preguntas impertinentes como “ya hablarás alemán perfectamente, ¿no?”, “¿allí de verdad son todos ricos?” y otras genialidades por el estilo) no se me ocurría una respuesta negativa. Siempre añadía la muletilla de “hombre, no es fácil tratar todo día con niños, pero...”. Y es que, como siempre pasa, nos olvidamos de los malos momentos y recordamos solos los buenos. Tenía muchos planes y muy buenas intenciones para este nuevo año y os puedo asegurar que realmente tenía muchas ganas de volver. Hasta el día antes de coger el avión. El último día allí fue bastante “raro”. Quizá porque era la primera vez en mi vida que iba a mi casa solo por unos días para luego regresar a otro lugar, quizá porque tenía la sensación de dejar allí algo importante... No sé qué pasó, pero los nervios invadieron mi estómago y mi cabeza y esa noche no pude pegar ojo. Al día siguiente las cosas no fueron mucho mejor. Mi vuelo salía el viernes a las 8 de la mañana y llegué al aeropuerto a las 7 y cuarto. Yo me obsesioné con que eso era muy tarde, que no iba a coger el vuelo y que lo perdería, que me cerrarían la puerta en las narices. A eso se sumó que mi padre, que se había ido a aparcar, no aparecía. El tiempo pasaba, todavía tenía que pasar el control, el Dutyfree y llegar a la puerta, pero ¿cómo me iba a ir sin despedirme de mi padre? Al final apareció, semicorriendo por el aeropuerto justo a tiempo para un abrazo y un “mach's gut” (llamadme sensible si querés, pero yo no me podía ir sin despedirme de mi papá). Pero yo ya tenía en mente que perdería el avión (ideas que se le meten a una en la cabeza y, oye, no hay manera de quitárselas de encima). En el control no había cola y pasé sin problemas, después el maldito Dutyfree (no sé si alguien ha volado alguna vez desde Alicante, pero el que hay allí es ENORME y tienes que atravesarlo todo todo antes de llegar a las puertas de embarque) y cuando pensaba que ya estaba todo, que tenía tiempo de llegar al avión y relajarme... ¡Horror! Había perdido la tarjeta de embarque. Fue como una aparición, me paré en medio del pasillo de golpe, como si supiera que no lo llevaba. Me toqué los bolsillos y, efectivamente, no estaba. Dejé la maleta a la cajera del Dutyfree para ir mas rápido (que por cierto, me dijo muy amablemente que ella no se responsabilizaba de nada si la robaban) y deshice todo el camino andado a la carrera hasta el control de seguridad en busca de un papel blanco tirado en el suelo. En ese momento me odié a mí misma por haber tenido la maravillosa idea de ponerme para el viaje unos botines con tacón que hacían que al correr fuera más lenta que al andar (en serio, para viajar siempre SIEMPRE calzado cómodo, que nunca se sabe cuando te tendrás que pegar un sprint olímpico). Y cuando volví al control, allí estaba, justo al lado de donde había recogido mis cosas, dobladita y abandonada. Me tiré prácticamente en picado hacia ella, casi con lágrimas en los ojos y volví a recoger mi maleta. Corrí a la puerta de embarque convencidísima de que, a pesar de que todavía quedaban 20 minutos para el despegue había perdido el avión. Y justo entonces acababan de abrir la puerta. “Bueno, ya había pasado todo”, pensaréis. Pues no. Yo soy una persona a la que le encanta autotorturarse, así que en cuanto me senté en el avión mi cabeza empezó una y otra vez a recrear la escena de la tarjeta: qué hubiera pasado si no la hubiera encontrado, si alguien la hubiera cogido, si la señora de la limpieza la hubiera tirado, si al volver alguien me hubiera robado la maleta... Menos mal que al poco de despegar me dormí y me desperté justo para aterrizar (y sí, soñé con la maldita tarjeta de embarque que desde entonces llevo como marca de guerra en la cartera).

Una vez en tierras germanas estaban esperándome mi HM con los niños, que enseguida comenzaron con la avalancha de juguetes que habían recibido estas navidades, que si esto, y que si lo otro. Llegamos a la casa y se marcharon a la zapatería para darme tiempo a deshacer la maleta. Y ahí se me cayó el mundo. Me puse a llorar desconsoladamente, quería volver a mi casa, no me imaginaba como iba a pasar otros cuatro meses allí con unos niños que en ese momento me parecían el mismísimo demonio reencarnado y en una casa más fría que el Polo Norte. Y así pasé el fin de semana. Agobiada, nerviosa, casi sin probar bocado y con la idea siempre constante de coger un avión, meterme en mi cama y no salir hasta primavera. A día de hoy sigo sin entender ese malestar, porque tenía muchas razones para volver, muchos planes... Me agobió todavía más pensar que iba a pasar así una larga temporada y que esto sería insoportable. Ya sabéis, la pelota mental que se va haciendo cada vez más y más grande.
Pero no os preocupéis, que esto tiene final feliz. El lunes fue un asco de día, vuelta a madrugar (cosa que odio), vuelta a despertar a los niños (cosa que odio), vuelta al desayuno, a llevarlos a la guardería... Era como si todo lo que no me gustara de estar aquí se hubiera concentrado, como si los niños me irritaran más que nunca, como si mi paciencia fuera inexistente y mi buen humor se hubiera quedado en España tomando el sol. Pero al día siguiente cambió todo. No oí el “click” pero seguro que en mi cabeza se pulsó un interruptor. Y desde entonces estoy bastante contenta. Los niños me siguen irritando de vez en cuando, he tenido un par de “problemillas” con mi HD (que contaré en otra entrada) y me he enfadado un par de veces, pero ya no tengo esa sensación de vacío y de abandonar inmediatamente. Eso sí, estoy deseando que empiecen las clases (que empezarán en febrero, por cierto) para empezar otra vez con mi rutina y que las semanas vayan pasando.

Esta pequeña depresión post-vacacional me pilló totalmente por sorpresa. Nunca había leído (ni por supuesto experimentado) que la vuelta al trabajo fuera tan... Dura. Me pareció mentira que en esos momentos hasta lo que no me gustaba de mi casa me pareciera el paraíso mientras que aquí se intensificaran las cosas más negativas. Si alguien ha pasado por esto sabrá que es un momento muy desconcertante porque no hay forma de ver nada positivo y aunque sacas a la luz la lista de razones por las que estás aquí, no sirven de nada. Solo quieres volver y que te mimen y no enfrentarte cada día a peleas por los juguetes y a rabietas infantiles.

Hay dos formas de tomarse esto, la buena o la mala. Si eliges la primera opción aprenderás, disfrutarás y aunque también pasarás momentos malos, volverás a casa recordando lo bueno, con una sonrisa en la cara cada vez que te acuerdes. Si eliges la segunda opción, morirás en el intento, los días serán insufribles e interminables y volverás a casa con un mal recuerdo y habiendo desperdiciado un año de tu vida.


¡Ah! ¿Os conté que me había apuntado al gimnasio? Pues contra todo pronóstico ha ido casi todos los días y estoy sobreviviendo. Me siento muy orgullosa de mí misma.

10 comentarios:

  1. ayy guapa, no tengo mucho tiempo ahora (estos primeros días en Bélgica están siendo un estrésss) pero te entiendo MUCHO. A mí me pasó eso también en Alemania y es eso, se trata de cambiar el chip y ale, pa'lante. Me alegro que ya estés mejor :) Pero luego, cuando estés en frío, analiza seriamente la situación y valora si lo que haces te hace feliz o no. Y si no, pues intenta cambiarlo y a ver.
    Lo de la tarjeta de embarque ha sido muy hardcore. Dios, qué estrés. Pensaba que perderías el avión omg.
    (Y las preguntitas estas de Navidad son LO PEOR. La de '¿y qué el alemán? Perfecto, ¿no? Venga, dime algo'. ARJHKJGASDJH LA DE VECES QUE ME LA HAN HECHO ESTAS NAVIDADES).

    Un besote enorme cielo!! (no sé ni si mi comentario tiene sentido pero ya te digo que estoy más pa'llá hoy que otra cosa)

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    1. ¡Ay, corazón! Espero que te esté yendo todo genial en Bélgica. Nos tienes que ir contando (y es un du MUSST como una catedral, eh! jajaja). Aquí andamos, con la re-adaptación. Eso sí, la relación con mi HF, sobre todo con mi HM es mucho mejor ahora que antes y eso me encanta :)
      Muchas gracias por pasarte, flor, y mucho ánimo con tu experiencia en Bélgica! :D

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  2. ¡Hola! Entiendo perfectamente esa sensación....Estoy de Au Pair en San Francisco y me fui a pasar las Navidades en casa de unos amigos a Los Angeles. Y después de 10 días sin niños, gritos y mucho sol la vuelta se me hizo durísima, nunca antes había experimentado esta sensación tan exagerada. Me llegue a plantear el sentido de mi estancia aquí, el volver a casa, el estar perdiendo el tiempo siendo Au Pair....Pero por suerte en un par de días ya estaba mejor xD Y aunque a veces me sigue pesando el día día aquí estoy contenta! Saludos!!!

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    1. Como mis vacaciones siempre habían sido de estudiante (véase que aunque son vacaciones hay que estudiar), no sabía lo que era volver al trabajo de verdad y esto ha sido un reto grande grande.
      No te preocupes, que no eres la única a la que se le hace pesado :/ Pero bueno, muchas veces lo bueno compensa lo malo y una semana dura se cura con una excursión improvisada el fin de semana :P
      Gracias por pasarte, bonica! :)

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  3. ¡Hola!

    Acabo de descubrir tu blog y ahora mismo te he agregado a mi lista! El caso es que pensaba que sí te había leído, es que estoy retomando lecturas porque he dejado el mundillo a un lado con tanta cosa nueva! :)

    Coincido completamente en cómo hay que tomarse la experiencia y suerte en el gimnasio!Yo soy lo peor y al final no voy! Eso sí, cuando vine me compré deportivas y ropa de deporte para motivarme, pero nada! jaja

    Un beso!!

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    1. ¡Hola bonica!
      Jajaja no te preocupes, que aquí sois todas siempre bienvenidas :) A mí también me pasa que entre niños, líos y más niños se me olvida que tengo que seguir actualizando jajaja

      Con lo del gimnasio estoy muy concienciada y espero que dure mucho jajaja Además, tengo el incentivo de que lo estoy pagando de mi bolsillo y ya parece que eso obliga más a ir para no tener la sensación de tirar el dinero xD Ya veremos cuando empiece con las clases y todo, cruzaremos los dedos :)

      Gracias por pasarte, corazón! Un beso ^^

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  4. Hola! Soy nueva por aquí, pero me ha gustado mucho leer tu blog (ya he estado leyendo varias de tus últimas entradas). He llegado a él buscando consejos para ser aupair y me ha hecho mucha gracia que también seas estudiante de Traducción! (Sí, estudio traducción en la uni jajaja). Me hubiera gustado mandarte un mail para ponerme en contacto contigo por si puedes darme algún consejo sobre cómo encontraste a tu familia y alguna que otra cosa. Yo, en estos momentos, tengo claro que me gustaría probar la experiencia, pero no sé muy bien qué tengo que hacer :S Vamos, que voy muy perdida.
    Gracias y un abrazo!!

    Chelo

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    1. Si estudias traducción esta es la mejor manera de aprender el idioma. De hecho, te estampas contra él y lo sufres hasta que consigues "dominarlo" un poco y empezar a tener una vida normal xD
      Creo que ser au pair es una manera buena para aprender el idioma si estás convencida y sabes a lo que vienes. Incluso creo que se puede aprender más que de otras maneras, como el erasmus. Vivir en una familia y tener que comunicarte con ellos sí o sí hace que aprendas (a veces a golpe de cagarla y llevarte una bronca, eso sí xD) pero aprendes al fin y al cabo.
      No había pensado lo de tener un mail de contacto, pero dejaré uno por el margen por si quieres contarme un poquillo tus dudas :)
      Un beso, bonica, y gracias por pasarte! :)

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  5. Hola,
    Mucho animo guapa. No te preocupes la depresion post-vacacional la pasamos todas, que como en casita nada y esos bichos que cuidamos los atonta las navidades
    Besos

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    1. Jajajaja Me anima no ser la única a la que le pasa. Ya conoces el dicho: mal de muchos consuelo de tontos xDD
      Un besico, bonica :)

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