martes, 8 de julio de 2014

La maleta ¡de vuelta!

No os podéis imaginar la pena que me da escribir esta entrada. Esto se acaba, señoras y señores. En menos de un mes (el día 4 para ser exactos) volveré a mi vida de siempre, a mi ciudad de siempre. Se acabaron los madrugones, los follones con las tostadas, el "date prisa que no llegamos", los paseos al Kindergarten, las horas en el parque, las cenas maravillosas, las torres de Lego, las tardes en el Woyton, los paseos por el Rin... ¡Ay! Y todavía no me lo creo. Vivo como si ese billete de ida fuera con una vuelta incluida. Pero no. A partir del 4 de agosto, se acabó lo que se daba. 
Por eso, para ayudarme a asumir que la aventura llega a su fin, quiero escribir sobre un tema que desde hace unos días me trae de cabeza. La maleta. 

He leído muchas entradas sobre la primera maleta: cosas imprescindibles, cosas que puedes o no traer, camisetas térmicas, nada de dos kilos de bragas... Pero no he leído nada de la maleta de vuelta. Es lógico, sería tan fácil como escribir: "saca las cosas de los armarios. Mételas en la maleta. Aprieta bien fuerte para que quepa todo. Vuelve a tu casa. Llora porque se ha acabado uno de los años más memorables de tu vida". Más o menos. Aunque ahora que tengo el problema delante, no me parece nada fácil. Por eso, por si alguien se encuentra en la misma situación que yo y quiere que lloremos juntos, o por si a alguien le entretiene leer entradas de maletas, aquí va mi versión personal de la maleta de vuelta.

La maleta es ese elemento del hogar que permanece en el armario sin hacerle daño a nadie hasta que un buen día tenemos que irnos de viaje. Y se convierte en el motivo de nuestra desesperación y el objetivo de nuestro odio más profundo. ¡Sin que la pobrecita haya hecho nada! Que si es muy grande, que si es muy pequeña, que si es muy negra o que si es muy de tela.. Una vez alcanzado el destino (con unos cuantos pelos menos de tanto estrés) y superada esta fase, la maleta vuelve al armario, esta vez un armario diferente, en una casa diferente y, probablemente, en un país diferente. Y ahí se queda, cogiendo polvo, esperando a volver a ser odiada.

Y en esa fase estoy yo. Porque claro, ¿quién se pone a pensar en la maleta de vuelta en enero, a seis meses de volver, cuando te vas de rebajas a gastar el dinero que te han enviado por tu cumpleaños? O, ¿quién se acuerda del peso permitido cuando ve una colección de libros oh-dios-mío-tienen-que-ser-míos-sí-o-sí- cómo-los-voy-a-dejar-aquí-por-este-precio? Nadie. Y no es hasta que llega un mes antes, cuando abres los armarios donde hay el doble de cosas que trajiste (y ya entonces ibas justa de peso) y tu cerebro llega a la conclusión de que, igual (igual), un par de killitos de más sí que tienes (no solo en el culo, no no, también en la estantería). 

Hay diferentes formas de arreglar el desaguisado: enviar un paquete, facturar otra maleta, rezar para que esas cosas de más se materialicen por arte de magia en tu habitación... 

El tema de enviar un paquete me lo planteé seriamente. Un paquete del extranjero a casa, de unos 20kg más o menos cuesta, según la compañía, entre 30 y 40€. Para enviar la ropa que sabemos que no se va a romper, no es mala idea. Pero... Llamadme tiquismiquis, pero eso de enviar mi ropa en un paquete y rezar para que llegue en condiciones aceptables y no tener que renovar el armario no me terminó de convencer (que igual luego te pierden la maleta y vuelves al mismo problema, pero...).
Facturar una segunda maleta, dependiendo de la compañía, puede costar entre 20 y 70€ más la maleta nueva, que calculando a ojo por menos de 25/30€ no encontrarás nada decente. 
Después de recorrer doscientas tiendas de maletas y tres Kaufhofs (el equivalente a El Corte Inglés alemán) encontré una maleta mediana por 24€ en el Primark (todavía tengo mis reservas respecto al estado en el que llegará...) y facturar otra maleta me costaba otros 20€. En total 44€ y con una maleta nueva para odiarla cuando haga falta. Comparando los precios y las condiciones, me decidí por esta segunda opción porque, sinceramente, me da más confianza.

Total, que me lio. Aquí me he juntado con el trío calavera preparado para llenarme de frustraciones y agonías. Que todavía queda un mes, sí, pero mejor ir empezando a darle al coco ya y evitar agobios y madresmías de última hora.



Llegados a este punto, cuando ya has asumido que ESO no cabe en ESO y te has dejado una parte del sueldo en maletas, no podemos perder la cabeza. Hay que ser práctico. No porque tengamos más espacio podemos empezar a comprar a lo loco o meterlo todo a presión. Hay que hacer una selección de lo que podemos llevar y lo que no puede volver con nosotros.

-Lo que podemos llevar.
Regalos, libros, cosas varias que hayamos comprado y la ropa "en condiciones". Todo lo imprescindible, lo que se tiene que venir con nosotros sí o sí.

-Lo que NO podemos llevar.
En este punto tenemos que dejar la humanidad de una lado y pensar con la cabeza. Esa camiseta que tanto nos gusta porque tiene unos colores preciosos y es muy cómoda, pero que la hemos usado todo el invierno y conoce los lugares más escondidos de la lavadora de tanto lavarla... Sintiéndolo mucho, se tiene que quedar aquí. O ese pijama que llevamos usando TODO EL AÑO porque el otro que nos trajimos se rompió después del primer mes y, oye, si lo lavo por la mañana y por la tarde está seco ¿para qué malgastar el dinero comprando otro? Ese también puede descansar en paz (no es que me haya pasado a mí ni nada parecido, es algo que oí no sé donde...).
También podemos aprovechar para desechar esos calcetines algo desgastadillos, la ropa interior que empieza a tener las gomas dadas de sí (todas sabemos de lo que hablo ¿verdad?), o ese pantalón que tiene un principio de agujero y que sabemos que no va a durar dos lavados más. Pero cuidado, a ver si nos vamos a deshumanizar demasiado y vamos a tirar medio armario. Hay que intentar buscar un equilibrio, ni todo ni nada, porque no merece la pena pagar sobrepeso por llevarnos unas camisetas viejas que ya no nos vamos a poner pero tampoco hay que aprovechar la ocasión para renovar el armario (o sí, esto ya depende de cada uno).

-Cosas que, si caben...
Esto ya depende del espacio que quede después de meter lo principal. Puede que, con suerte, no vayamos tan justos de peso y podamos añadir cosillas extra, pero también puede ser que roce el límite y no haya sitio para nada más. Por ejemplo, si acabamos de comprar un champú o una crema (algo caras, por cierto) y nos da pena dejar el bote prácticamente entero siempre podremos buscarles un huequecillo. Aunque si definitivamente no cabe, seguro que alguna amiga au pair no los rechazará. O si queremos llevarnos un bote de esa mermelada que taaaanto nos ha gustado este año y que taaaaanto hemos comido, si nos cabe un tarrito bien (bien protegido, por favor, no es cuestión de acabar con trozos de cerezas confitadas entre los sujetadores), pero si no tendremos que buscarle un sustituto en tierras españolas.


Llegados a este punto en el que todos pensaréis que soy una consumista y que me merezco lo que me pasa, os diré que sí, que soy una consumista. ¿Pero cómo no voy a comprar con los precios que tienen ciertas cosas en Alemania? Si en ciertos sitios un libro es más barato que un café o un DVD es más barato que una copa. Pues una, que prefiere las noches de viernes de libro, mantita y té (o fruta y helado en estas fechas), no ha podido evitar juntarse con esto. 


Tampoco tengo de qué preocuparme, solo son 13,60kg.

Ya no sé cuándo volveré a actualizar porque estoy haciendo un curso de verano por las mañanas (aquí pringando hasta el final xD) y me quita mucho mucho tiempo. Algo caerá antes de irme, seguro, pero de momento no tengo planeado cerrar el blog después de terminar mi aventura. O sí. Ya veremos

¡Deseadme suerte con el empaquetado! La voy a necesitar...

5 comentarios:

  1. Yo mandé dos cajas de 20 kg por correos (correos alemania, claro). Repito, 2 cajas de 20 kg cada una. Me costaron cada una 30 euros. Llegaron a españa en 4 dias (con un fin de semana por medio, osease, 2 dias laborables). Vamos, que las cajas llegaron antes que yo.
    Yo te recomiendo que mandes las cosas asi, vale muuuuuucho la pena.

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    Respuestas
    1. Al final me decidí por la maleta porque el tema de las cajas no me daba mucha confianza (conozco algunos casos de desapariciones o follones raros) y por eso prefería llevar las cosas conmigo. De todas formas, la diferencia de precio no ha sido tan alta ^^
      De todas formas, gracias por el consejo! :)

      Un beso, bonica :)

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  2. Lloremos junta guapa!!!
    A mi cuando me dio por cambiar ropa de invierno a verano me di cuenta de la barbaridad de ropa que tenía, y eso que no fui mucho de compras.
    Que gran quebradero de cabeza
    Besos

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    1. Yo cada vez que abro el armario me llevo un disgusto... jajajaja Y lo peor de todo es que a veces ¡no tengo nada que ponerme! Me odio a mí misma jajajaja
      Ya me veo llegando a Alicante en pleno agosto con dos abrigos y las botas puestas... Pero bueno, no quiero dejarme nada ^^

      Un beso, corazón! :)

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  3. Mucha suerte!! yo doy gracias de que solo me haya venido a Nuremberg para 3 meses sino tendría que comprarme dos maletas más por lo menos!! jajaja http://lebensstilblog.com/

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