sábado, 26 de julio de 2014

Echaré de menos...

... a mis niños (en modo adorable). Las peleas, los lloros y los dramas los dejaré en la caja de "recuerdos para el olvido". Prefiero quedarme con los abrazos, los besos sorpresa, las miradas cómplices, las risas y los juegos.

... hablar en alemán.

... viajar. Y sobre todo, viajar por poco dinero.

... la comida, en especial la Currywurst y la Spekucreme (una crema de galletas típicas de navidad que tiene calorías para aburrir y está de vicio).

... la comida de Corinna (sí, merecía un apartado especial). Sus inventos, sus platos rápidos y sus platos elaborados. Cada uno más delicioso que el anterior.

... al gato más adorable del mundo. Y a la pantera más chiquitilla de todos los tiempos.

... la independencia. Salir de casa con un simple "no vengo a cenar, ¡adiós!". Salir y volver a la hora que quiera, hacer lo que quiera, comer lo que quiera a horas indecentes (véase inflarme a galletas a las diez de la noche).

... los precios de los libros o, en otras palabras, encontrar libros más baratos que tazas de café.

... los precios de las series y de las películas. Encontrar chollos como las ocho películas de Harry Potter por 19,99€ (sí, odiadme).

... viajar en tren casi cada día. Y saberme de memoria las paradas, el tono de la voz que las anuncia y la dirección en la que te tienes que bajar.
... ir en bici.

... desayunar Brötchen y Buttercroissant (¡con Speku!) todos los domingos.

... beber agua con gas porque sí.

... pasear por los jardines de Brühl y por el centro de Colonia sin creerme que viva aquí.

... conocer gente nueva, de sitios que no sabría colocar en el mapa.

... colgar un anuncio en Facebook buscando un compañero de tándem y quedar con alguien que solo conoces por la foto de perfil.

... pasar los domingos sin plan en la cafetería de siempre, tomando un té y un trozo de bizcocho, con la única compañía de un libro.

... los artistas callejeros de Colonia que llenan las calles de música y arte.

... pasar el rato en la orilla del Rin, disfrutando de las vistas y de los personajes (a cuál más raro) que por allí rondan.

Ay, me quedan diez días. Diez días para dejar todo esto, para dejar esta vida, para dejar este lugar y para acabar este año que ha marcado un antes y un después. Y no me lo creo. Todavía no lo he asumido. No estoy triste, no estoy contenta, simplemente es como siempre. Como si ese billete también fuera de vuelta. 
Esto se acaba y no estoy preparada. Hay tantas cosas que quiero hacer, hay tantas cosas que quiero repetir. ¿Alguien sabe dónde se compran pastillas de realidad? Una au pair que no ha asumido el fin de su aventura las necesita.

P.D: ¿A que no sabéis quién ha aprobado el certificado del C1 del Goethe Institute? Creo que la señora que vive al final de la calle escuchó mis gritos de alegría! :D

martes, 8 de julio de 2014

La maleta ¡de vuelta!

No os podéis imaginar la pena que me da escribir esta entrada. Esto se acaba, señoras y señores. En menos de un mes (el día 4 para ser exactos) volveré a mi vida de siempre, a mi ciudad de siempre. Se acabaron los madrugones, los follones con las tostadas, el "date prisa que no llegamos", los paseos al Kindergarten, las horas en el parque, las cenas maravillosas, las torres de Lego, las tardes en el Woyton, los paseos por el Rin... ¡Ay! Y todavía no me lo creo. Vivo como si ese billete de ida fuera con una vuelta incluida. Pero no. A partir del 4 de agosto, se acabó lo que se daba. 
Por eso, para ayudarme a asumir que la aventura llega a su fin, quiero escribir sobre un tema que desde hace unos días me trae de cabeza. La maleta. 

He leído muchas entradas sobre la primera maleta: cosas imprescindibles, cosas que puedes o no traer, camisetas térmicas, nada de dos kilos de bragas... Pero no he leído nada de la maleta de vuelta. Es lógico, sería tan fácil como escribir: "saca las cosas de los armarios. Mételas en la maleta. Aprieta bien fuerte para que quepa todo. Vuelve a tu casa. Llora porque se ha acabado uno de los años más memorables de tu vida". Más o menos. Aunque ahora que tengo el problema delante, no me parece nada fácil. Por eso, por si alguien se encuentra en la misma situación que yo y quiere que lloremos juntos, o por si a alguien le entretiene leer entradas de maletas, aquí va mi versión personal de la maleta de vuelta.

La maleta es ese elemento del hogar que permanece en el armario sin hacerle daño a nadie hasta que un buen día tenemos que irnos de viaje. Y se convierte en el motivo de nuestra desesperación y el objetivo de nuestro odio más profundo. ¡Sin que la pobrecita haya hecho nada! Que si es muy grande, que si es muy pequeña, que si es muy negra o que si es muy de tela.. Una vez alcanzado el destino (con unos cuantos pelos menos de tanto estrés) y superada esta fase, la maleta vuelve al armario, esta vez un armario diferente, en una casa diferente y, probablemente, en un país diferente. Y ahí se queda, cogiendo polvo, esperando a volver a ser odiada.

Y en esa fase estoy yo. Porque claro, ¿quién se pone a pensar en la maleta de vuelta en enero, a seis meses de volver, cuando te vas de rebajas a gastar el dinero que te han enviado por tu cumpleaños? O, ¿quién se acuerda del peso permitido cuando ve una colección de libros oh-dios-mío-tienen-que-ser-míos-sí-o-sí- cómo-los-voy-a-dejar-aquí-por-este-precio? Nadie. Y no es hasta que llega un mes antes, cuando abres los armarios donde hay el doble de cosas que trajiste (y ya entonces ibas justa de peso) y tu cerebro llega a la conclusión de que, igual (igual), un par de killitos de más sí que tienes (no solo en el culo, no no, también en la estantería). 

Hay diferentes formas de arreglar el desaguisado: enviar un paquete, facturar otra maleta, rezar para que esas cosas de más se materialicen por arte de magia en tu habitación... 

El tema de enviar un paquete me lo planteé seriamente. Un paquete del extranjero a casa, de unos 20kg más o menos cuesta, según la compañía, entre 30 y 40€. Para enviar la ropa que sabemos que no se va a romper, no es mala idea. Pero... Llamadme tiquismiquis, pero eso de enviar mi ropa en un paquete y rezar para que llegue en condiciones aceptables y no tener que renovar el armario no me terminó de convencer (que igual luego te pierden la maleta y vuelves al mismo problema, pero...).
Facturar una segunda maleta, dependiendo de la compañía, puede costar entre 20 y 70€ más la maleta nueva, que calculando a ojo por menos de 25/30€ no encontrarás nada decente. 
Después de recorrer doscientas tiendas de maletas y tres Kaufhofs (el equivalente a El Corte Inglés alemán) encontré una maleta mediana por 24€ en el Primark (todavía tengo mis reservas respecto al estado en el que llegará...) y facturar otra maleta me costaba otros 20€. En total 44€ y con una maleta nueva para odiarla cuando haga falta. Comparando los precios y las condiciones, me decidí por esta segunda opción porque, sinceramente, me da más confianza.

Total, que me lio. Aquí me he juntado con el trío calavera preparado para llenarme de frustraciones y agonías. Que todavía queda un mes, sí, pero mejor ir empezando a darle al coco ya y evitar agobios y madresmías de última hora.



Llegados a este punto, cuando ya has asumido que ESO no cabe en ESO y te has dejado una parte del sueldo en maletas, no podemos perder la cabeza. Hay que ser práctico. No porque tengamos más espacio podemos empezar a comprar a lo loco o meterlo todo a presión. Hay que hacer una selección de lo que podemos llevar y lo que no puede volver con nosotros.

-Lo que podemos llevar.
Regalos, libros, cosas varias que hayamos comprado y la ropa "en condiciones". Todo lo imprescindible, lo que se tiene que venir con nosotros sí o sí.

-Lo que NO podemos llevar.
En este punto tenemos que dejar la humanidad de una lado y pensar con la cabeza. Esa camiseta que tanto nos gusta porque tiene unos colores preciosos y es muy cómoda, pero que la hemos usado todo el invierno y conoce los lugares más escondidos de la lavadora de tanto lavarla... Sintiéndolo mucho, se tiene que quedar aquí. O ese pijama que llevamos usando TODO EL AÑO porque el otro que nos trajimos se rompió después del primer mes y, oye, si lo lavo por la mañana y por la tarde está seco ¿para qué malgastar el dinero comprando otro? Ese también puede descansar en paz (no es que me haya pasado a mí ni nada parecido, es algo que oí no sé donde...).
También podemos aprovechar para desechar esos calcetines algo desgastadillos, la ropa interior que empieza a tener las gomas dadas de sí (todas sabemos de lo que hablo ¿verdad?), o ese pantalón que tiene un principio de agujero y que sabemos que no va a durar dos lavados más. Pero cuidado, a ver si nos vamos a deshumanizar demasiado y vamos a tirar medio armario. Hay que intentar buscar un equilibrio, ni todo ni nada, porque no merece la pena pagar sobrepeso por llevarnos unas camisetas viejas que ya no nos vamos a poner pero tampoco hay que aprovechar la ocasión para renovar el armario (o sí, esto ya depende de cada uno).

-Cosas que, si caben...
Esto ya depende del espacio que quede después de meter lo principal. Puede que, con suerte, no vayamos tan justos de peso y podamos añadir cosillas extra, pero también puede ser que roce el límite y no haya sitio para nada más. Por ejemplo, si acabamos de comprar un champú o una crema (algo caras, por cierto) y nos da pena dejar el bote prácticamente entero siempre podremos buscarles un huequecillo. Aunque si definitivamente no cabe, seguro que alguna amiga au pair no los rechazará. O si queremos llevarnos un bote de esa mermelada que taaaanto nos ha gustado este año y que taaaaanto hemos comido, si nos cabe un tarrito bien (bien protegido, por favor, no es cuestión de acabar con trozos de cerezas confitadas entre los sujetadores), pero si no tendremos que buscarle un sustituto en tierras españolas.


Llegados a este punto en el que todos pensaréis que soy una consumista y que me merezco lo que me pasa, os diré que sí, que soy una consumista. ¿Pero cómo no voy a comprar con los precios que tienen ciertas cosas en Alemania? Si en ciertos sitios un libro es más barato que un café o un DVD es más barato que una copa. Pues una, que prefiere las noches de viernes de libro, mantita y té (o fruta y helado en estas fechas), no ha podido evitar juntarse con esto. 


Tampoco tengo de qué preocuparme, solo son 13,60kg.

Ya no sé cuándo volveré a actualizar porque estoy haciendo un curso de verano por las mañanas (aquí pringando hasta el final xD) y me quita mucho mucho tiempo. Algo caerá antes de irme, seguro, pero de momento no tengo planeado cerrar el blog después de terminar mi aventura. O sí. Ya veremos

¡Deseadme suerte con el empaquetado! La voy a necesitar...

miércoles, 2 de julio de 2014

Las vacaciones empiezan en junio, pero no para las au pairs

¡Hola hola, caritas lindas!

Otro mes que se va y un mes menos para ponerle punto y final a esta aventura (ay, me emociono ya de pensarlo). 
Entre unas cosas y otras junio ha pasado volando. Bueno, junio o enero, porque a este paso son difíciles de diferenciar. Y es que, sí tuve la suerte de pasar uno de los inviernos más suaves en los nosécuantos últimos años, el tiempo se tenía que vengar de aquellos que entonces disfrutamos de las temperaturas positivas. ¡Y anda que no se está vengando bien! Hace como una semana que no vemos el sol y mi ropa de verano sigue abandonada en lo alto del armario, mirándome con cara de cordero degollado, esperando la ocasión de ser utilizada. Pero es que aquí, aunque brille el sol ¡hace frío! Bueno, tampoco os penséis que vamos con abrigos y bufandas por la calle. Pero por muy espléndido que parezca el día (que los hay, cuidado), mejor llevarte una chaqueta en el bolso. ¿Quién me iba a decir que la famosa frase de "nena, échate una chaqueta por si refresca" que tanto he oído esta vez iba a cobrar sentido? En cuanto el sol desaparece, el ambiente y el aire son fríos y, claro, echas de menos esa rebequita que te dejaste en casa porque, total "seguro que no me hace falta". 

Cuestiones climáticas a parte, el mes de este pseudo junio ha sido bastante tranquilo.

Empezó con un nudo en el estómago por culpa del examen del Goethe que ya comenté. Las primeras semanas las dediqué completamente a estudiar y memorizar listas de verbos con preposiciones (y maldecirme por no haberle hecho nada de caso a los libros estos meses... Lo sé, mea culpa). Pero bueno, a pesar de los ataques de nervios y las noches con pesadillas (soñaba que hacía el examen y estaba en chino ¡maldito subconsciente!) sobreviví y pude volver a mi vida tranquila de siempre.

El primer sábado del mes tuve el escrito y como era en Bonn, quise aprovechar para hacer un poco de turisteo. Pero no conté con que ese día haría un calor horroroso (calor de Alicante un día de agosto a las dos de la tarde, no digo más) y tras pasear un poco por el centro decidí no correr el riesgo de  sufrir una lipotimia y me fui a mi fresquita casa.

El domingo, aprevechando el exceso de buen tiempo fui con una amiga a ver uno de los lagos de Brühl, algo que tenía pendiente en mi lista de cosas que hacer desde hacía tiempo. Los meses de bicicleta estática en el gimnasio han dado sus frutos y mientras la pobre chica llegó medio muerta, yo llegué solo un cuarto. Nos planteamos la idea de darle la vuelta al lago, pero fuimos realistas y nos quedamos en un huequecillo que hacía el camino donde el agua no estaba profunda y pudimos meter los pies.




Pocas horas después de esa espléndida tarde, cayó en NRW la peor tormenta de los últimos diez años, que causó graves daños en varias ciudades y acabó con la vida de cinco personas. Ver para creer.



El siguiente sábado, el del oral, sí que hizo un tiempo decente para pasear por la calle sin que se derritieran las suelas de los zapatos y aproveché para visitar algunos sitios de Bonn que tenía pendientes. Uno de ellos era el Cementerio Antiguo (añado el comentario de mi abuela "hija mía, de to' lo que hay pa' ver y tú te vas a un cementerio" jajaja). Es uno de los más antiguos de Alemania y en él están enterradas varias personas importantes de la región, la madre de Bethoveen y el músico Schumann con su mujer entre otros.






Como ya sabréis, los cementerios por estas tierras (igual que en Inglaterra, creo) parecen parques. Había lápidas muy muy antiguas y muchas estaban enterradas varias familias juntas. De hecho, me entretuve mucho en una tumba muy grande, descubriendo los parentescos de todos los que estaban enterrados allí (recordad que las mujeres cambian el apellido al casarse, aunque en la lápida aparece también el de soltera, y a veces es difícil relacionar parentescos). No sé si sería blasfemo, pero en mi cabeza no paraba de sonar la canción de Mecano "y los muertos aquí, lo pasamos muy bien, entre flores ¡de colores!" ¿La conocéis?


Después del paseo, me fui al museo Haus der Geschichte (Casa de la historia) que trata la historia de Alemania desde el final de la guerra. Es bastante interesante, con muchísimos documentos originales, carteles, fotos, ropa, cine... No solo trata de política, sino que tiene de todo un poco. Personalmente, me gustó mucho cómo estaba organizado y los "decorados": por ejemplo, en el apartado que trataba de la prensa, había un pequeño kiosco con periódicos, como si fuera de verdad. Una de las cosas que más me llamó la atención fue una pantalla donde iban pasando fotos de lugares emblemáticos de algunas ciudades alemanas inmediatamente después de la guerra y diez años más tarde. Es increíble ver cómo el país entero se recuperó de tal destrucción en tan poco tiempo. Si pasáis por ahí, no os vayáis sin haberle echado un ojo porque de verdad asombra. Sin embargo, he de decir que a veces la cantidad de información apabulla demasiado y confieso que al final acabé dejando de lado los pequeños detalles. Hay que estar pendientes a la megafonía, porque por ahí avisan las visitas gratis por las exposiciones (yo me apunté a una sobre la evolución de los parques y jardines particulares que, a pesar de que el propio nombre suene aburrido, no estuvo mal). Y lo más importante ¡entrada gratis!

El domingo volvió a hacer bueno (ahora que lo pienso, soy una mentirosa, he empezado esta entrada quejándome del mal tiempo, pero entendedme, soy de la costa ¿mal tiempo en junio?) y aproveché para ir con una amiga al jardín botánico de Colonia. Esa idea no la tuvimos solo nosotras, sino media ciudad. A pesar de la multitud pudimos verlo bastante bien y, como no, ¡entrada gratis!

Prometo que hice fotos, pero deben estar en una dimensión oculta de mi ordenador porque no las encuentro.

Voy a saltarme el siguiente fin de semana porque, total, no hice nada digno de mencionar a parte de robar un póster en la VHS y vamos a ir al grano. ESTE fin de semana. EL fin de semana.

El sábado pude conocer y hablar con la mismísima Kerstin Gier, una autora alemana de literatura para adolescentes y mujeres. Y es que al principio del mes me entró la vena "alemanizadora" y me puse a buscar libros en alemán de verdad, nada de traducciones. Y topé con la Edelstein-Trilogie (la Trilogía de las piedras preciosas). Es, por así decirlo, como la saga Crepúsculo a la alemana, pero en lugar de con vampiros, con viajeros en el tiempo (así explicado no tiene nada de chicha, pero la historia me enganchó muchísimo). Investié un poquito a ver si la autora haría alguna aparición en público y sonó la flauta. Resulta que está de promoción del segundo libro de su nueva trilogía Silber y la presentación sería en Colonia el sábado 28. Y ahí que me planté yo, con mi libro leído y las ansias de seguir con la historia, rodeada de adolescentes con aparatos y señoras (repito, señoras) más emocionadas que las más jóvenes.
La autora fue un encanto: leyó un par de capítulos, habló bastante de la trama y respondió mil y una preguntas. Y al final, fue firmando los libros.

Cree en tus sueños
Y esto no es todo, amigos. Cuando le dije mi nombre para la dedicatoria, me preguntó que de dónde era y todo eso. Y, sin saber cómo ni por qué acabé dándole mi dirección para que me envíe la edición española del primer libro (que justo salía ese día en España). Oye, que igual la mujer lo dijo por decir, pero ¡ay! ¿Y si lo hace de verdad?(MODO fan-obsesa-adolescente ON).

Y el domingo, para seguir con EL fin de semana, tenía el concierto de Revolverheld, una banda alemana que conocí estando aquí y de la que estoy enamorada.
No era un concierto propiamente dicho, si no un festival y tocaron otros grupos que también me gustaron mucho y que ya tengo fichados por Spotfy. A pesar de las amenazas de lluvia y de que fui sola (en realidad casi siempre voy sola a todas partes, ya no es algo que me extrañe) me lo pasé de lujo, canté a grito pelao' y añadí un pin a mi colección.

Jennifer Rostock - mi nuevo descubrimiento




Y eso ha sido todo. De momento. Ay, entro en la fase final y estoy con una mezcla de alegría y tristeza que no es nada sana. Con muchas ganas de volver y empezar planes nuevos pero con mucha pena de dejar mi vida aquí. Y a la vez con muchas ganas de abandonar niños gritones y madrugones inhumanos y sin ánimos de volver a la rutina de siempre. ¿Veis lo complicado que es?

¡Un besote!

¿Quieres saber más?

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